Prólogo

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Nunca creí que pertenecería a un club así, ni siquiera imaginé que pudiese existir. El club más raro del que había oído hablar, era el club de la lucha. Pero este era de lejos mucho más… interesante. Para pertenecer a este club, he de convertirme en una cazadora. Me ensañarán todo lo que necesite para atrapar a mi presa. Seré su alumna durante el tiempo que consideren necesario, y cuando esté preparada, seleccionaré mi presa. Sí, mi presa, porque sólo me centraré en una única pieza. ¿Que qué voy a cazar?, la pieza más difícil, la más evasiva, la más lista. Voy a cazar al hombre. Y no, no he dicho un hombre. He dicho “el hombre”. Y cuando lo haya hecho, me convertiré en una miembro más del club. 

Prólogo

Cuando la vida te da un puñetazo directo a la mandíbula, solo puedes hacer dos cosas: dejar que el golpe te noquee, o aguantar el dolor y levantarte de nuevo. Mi mejor amiga, Eli, resultó ser una de las del primer grupo.

Fuimos amigas casi desde la guardería. Todo los descubrimos juntas. Nuestro primer día en la playa, el primer baño en el mar, la primera quemadura solar. Nuestro primer batido, el mío de fresa, el suyo de chocolate. Nuestro primer día de instituto, descubrir que los chicos tenían un culo para mirar, y que su cerebro estaba lleno de serrín.

Pero Eli era una romántica empedernida, devoraba libros rosa a todas horas. Ella creía en el amor verdadero. Un día tenía que aparecer el chico destinado a ser su media naranja. Y por primera vez en nuestras vidas, Eli se lanzó en solitario a esa nueva aventura. Se llamaba Ethan, y estaba en nuestro curso. Yo no entendía como había cambiado tanto. Le conocíamos de toda la vida, y nunca demostró ningún interés en nosotras, y mucho menos en Eli. Tal vez alguna broma de mal gusto, pero por lo demás, no parecíamos existir en su mundo. Pero creo que sé el motivo de aquel cambio. Con 17 años, las chicas ya tenían todas sus curvas en desarrollo o completamente afianzadas, y tanto Eli como yo, nos  desarrollamos tarde, y Eli mucho más que las demás. Vamos, sus tetas crecieron casi a ojos vista, y eso los chicos lo notaron, ¡vaya que si lo notaron!.

Ethan se interesó en ella, y todo hay que decirlo, Eli estaba encantada con ello. ¡Y qué diablos!, yo también. Hasta que todo se torció. El cretino, porque ya no puedo llamarlo de otra manera, la usó para lo único que pensaba que sirve una mujer. Se acostó con ella, presumió de ello y luego la reemplazó por otra.

A Eli la costó superarlo, no por que estuviese enamorada de él, sino por la humillación a la que fue sometida. Lo peor no fueron los chicos, sino las chicas. ¿Acaso esas estúpidas no veían que ellas eran otras víctimas potenciales?. Pero todas estaban ciegas, porque no querían ver, o porque la única manera de que no te pisen es pisar a los demás. Y si no eres lo suficientemente fuerte, te cebas en los más débiles.

Desde aquel momento, Eli se convirtió en la débil. Traté de sacarla a flote, pero aquel golpe la dejó una secuela que no pudo superar, aunque ni siquiera yo pude advertir la gravedad de la misma hasta que fue demasiado tarde. Era mi mejor amiga, no podía abandonarla, por eso me matriculé en la universidad de Londres en la misma especialidad que ella, fisioterapia, aunque lo mío eran las letras. Me costó mucho mantenerme a su altura, pero obligarla a prestarme ayuda con las materias, era lo que la mantuvo a flote todo el tiempo. Yo en el fondo lo sabía, sentía que la llama en ella se avivaba cuando repasaba las lecciones conmigo. El resto del tiempo, la apatía se aferraba a su alma.

Siempre pensé que lo superaría, que tan sólo necesitaba tiempo, por eso la chantajeé para que nos matriculáramos juntas en el Master de Fisioterapia Deportiva. Un añito más, un poco más de tiempo para curar la herida. Pero el cretino fue oportuno hasta para eso.

Salimos para celebrar que ya lo teníamos, el título estaba en nuestras manos. Dos días y la ceremonia de graduación, nos consagraría como profesionales competentes. El mundo laboral nos esperaba, algunos habían recibido ofertas de trabajo, Eli era una de ellas. Pero él tuvo que aparecer. En el mismo pub, bebiendo y riendo con su grupo de amigos. Nunca una cerveza fue tan amarga. La humillación volvió a ella, porque aquel cretino no sabía mantener la boca cerrada, y mucho menos con unas cuantas cervezas de más, y tíos ante los que presumir.

Pude sacar a Eli de allí, la llevé a casa, me quedé con ella, dormimos juntas, mis brazos a su alrededor, intentando reconfortarla. Intentaba protegerla de todos, del mundo, aunque sólo pude abrazarle con fuerza aquella noche. Cuando nos despertamos, ella me dio las gracias. Parecía mucho mejor, así que peleé poco cuando insistió en que nos cambiáramos para ir a clase.

******

Salí de la sala en la que había estado repasando el hombro de un paciente, cuando algo llamó mi atención. La gente parecía excitada y asustada a la vez, y todos comenzaron a correr hacia el pasillo exterior. Hoy doy gracias a que nadie me dejó entrar en la habitación, porque estoy segura de que aquella imagen me perseguiría toda mi vida. Hoy sólo recuerdo la chaqueta del policía que me retuvo para que no pasara más allá. Lo supe, en aquel momento algo dentro de mí lo supo. Eli se había rendido.

Una nueva cazadoraWhere stories live. Discover now