Capítulo 11

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El bufete de abogados en el que trabajaba el cretino, se presentó para mediar en la negociación entre Adam y las posibles ofertas de los clubes interesados. Los Sydney Roosters mandaron a sus negociadores, y Ethan fue el encargado de negociar en nombre de Adam. Tenía claras sus peticiones, y estuvo muy satisfecho cuando el acuerdo se cerró satisfactoriamente a favor del jugador. No me sorprendió que todo el grupo encargado de la negociación fuera a celebrarlo, y mucho menos que Adam quisiera que yo estuviese presente. Cuando fuimos a la discoteca, supe que aquella era mi oportunidad. Esperé el momento oportuno, y desplegué mi ofensiva.

La música retumbaba sensual en el local, pero ni Ethan ni yo le prestábamos atención. Sabía que lo tenía enganchado con mi mirada. Bastaba con fijar los ojos directamente en los de tu presa, para que esta se fijara en ti, y vaya si tenía su atención. El resto de la gente seguía celebrando el buen trabajo realizado, pero Ethan no bebía de su copa, su mano no podía levantarla de la barra. Lo tenía tan concentrado en mí, que podía notar todos sus sentidos rendidos a mis pies. Estaba acercándome hacia él, sin perder el contacto visual, prometiendo el paraíso con cada paso que me acercaba a él. Cuando llegué a su lado, noté mi cadera acariciar la tela de su pantalón. Su pié estaba bien sujeto en el estribo del taburete, pero no estaba para nada a salvo. Mi mano se deslizó sobre su muslo, no necesité mirar para saberlo, su respiración me lo dijo, eso y la saliva que tuvo que tragar. Tenía a mi presa, no  podía liberarla hasta conseguir mi propósito. Mis dedos expertos ascendieron lentamente, acariciando las líneas de músculos y tendones desde su rodilla, dirección a su ingle. No necesitaba mirar su entrepierna, para saber que estaba tan duro como una piedra, su piel enrojecida y su agitada respiración me decían que estaba en el camino correcto. Mi mano se detenía a cada pequeño paso, mis dedos se hundían en los lugares precisos, aplicando la presión necesaria, a la velocidad correcta, consiguiendo su rendición. Su cuerpo me pertenecía, era mío. Y el momento llegó,  yo lo sabía, su cuerpo también, él lo descubriría pronto. Mi índice se posicionó en la terminación correcta, y comencé a presionar. Su respiración se agitaba más, y ejecuté el siguiente paso. Deslicé mi lengua entre mis labios, humedeciéndolos con un poco más de la punta de mi lengua, atrapando el inferior entre mis dientes. Combiné la presión con el pulgar en el otro punto que necesitaba, y la tensión de su mandíbula me dijo que estaba al límite. Noté su liberación en el mismo instante en que dejé de presionar los puntos específicos. Y sonreí, como el depredador que era. No, no desgarré su yugular, pero me deleité por saber que el líquido vital se había derramado dentro de sus pantalones. Pronto estaría muy ocupado escondiendo las evidencias de aquel descontrol juvenil. Sin mirar hacia detrás, me alejé de él. No le dije nada, no hizo falta, no era necesario. Había conseguido lo que quería. Ahora sólo tenía que esperar, igual que el pescador, que suelta sedal cuando el pez ha mordido el anzuelo, dejando que se agote, hasta que llega el momento de recoger el sedal y sacarlo del agua. 

Una nueva cazadoraWhere stories live. Discover now