Parte 3 - Es mío, no lo toques + Capítulo 29

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Chris volvió a casa solo. Frustrado, con un dolor de bolas acojonante, pero con una sonrisa en la cara. La despedida había sido increíble. Aún podía sentir el sabor de Elsa en sus labios. Había estado a un tris de cargarla sobre un hombro, y llevarla a la cama. Pero no, tenía que haber sido un caballero, y despedirse educadamente. El teléfono sonó. ¿Sería ella?.-

-           Chris Youngest.-

-           Hola, primo.  Ya es hora que cojas mis llamadas.-

Reconocía aquella voz, era Briana, su pequeña e insufrible prima pequeña. Sólo le sacaba dos años, pero mientras él había aprendido a pensar en el futuro, ella se sentía lo suficientemente joven como para seguir con su vida de universitaria alocada.

-           Hey, Briana. Lo tenía en silencio hasta hace un momento.-

Ni loco le iba a decir que no quería ninguna interrupción aquella tarde-noche, porque estaba muy centrado en una chica.

-           Ya, no me digas más. Ya me enteraré por la prensa quién es ella.-

-           ¿Qué?.-

-           Que no nacía ayer, se lo que los chicos como tu hacéis.-

-           Eh,...-

-           Nada. Te llamaba para decirte que estoy en la ciudad, y que me quedaré en tu casa a dormir unos días. Porque sé que no te importa.-

-           Mi casa es tu casa, lo sabes.-

-           Lo sé. Y como también sé que no tienes mucho tiempo que dedicarme, me he traído a una amiga. ¿Te acuerdas de Olivia?.-

-           Olivia, si, por supuesto.-

Mentira, no se acordaba de esa tal Olivia. Como autoproclamado hermano mayor, Chris prestaba más atención a los chicos que la merodeaban, que a las amigas que traía a casa. Al fin y al cabo, no eran más que crías. Bueno, Briana ya no era una cría. Con 22 años ya no podía decir que lo era.

-           Estamos en tu casa ahora, esta noche saldremos de marcha.-

-           Bien, llegaré en unos minutos. Espérame y podré achucharte como mereces.-

-           OK.-

Chris encontró a Briana atándose las tiras de unas sandalias con un tacón descomunal. No, ya no era una cría. Se tiró a sus brazos y lo apretó como si fuera un osito de peluche, o al menos lo intentó.

-           Olivia, ven a saludar a Chris.-

Una jovencita lista para matar, con un vestido tan corto, que dejaba poco a la imaginación, se acercó a él con andares felinos. Lo miraba como si fuese una golosina, que estaba a punto de comer. Se inclinó para besarla en la mejilla, y ella aprovechó para enlazar sus brazos alrededor de su cuello y besarlo en la comisura de su boca. Esa chica tenía mucho peligro, no estaba ciego.

-           Hola, Popeye.-

¿Popeye, Popeye?. Ahora sí que se acordaba. Esa era la chica de trenzas que lo perseguía cada vez iba a visitar a Briana. ¡Vaya!, pues si que había dado el estirón. Antes de ver por primera vez a Elsa, habría podido pensar en hacer algo con ella, pero ahora, no podía evitar compararla con Elsa. Y la pobre chica no tenía nada que hacer. Elsa era una mujer, de los pies a la cabeza, y él ya había cubierto su cupo de chicas monas y sexo ocasional.

-           Hola, Olivia.-

-           ¿No te vienes con nosotras de fiesta?.-

-           Uf, no. Las noches de juerga y alcohol se acabaron para mí hace tiempo. Tengo que cuidar este cuerpo que me da de comer.-

Chris golpeó su abdomen, y Olivia se mordió el labio inferior. Sí, aquella chica tenía mucho peligro. Tenía las hormonas revolucionadas. Tendría que decirle a Briana que tuviese cuidado con ella. Podían meterse en líos de los que no tenía ningunas ganas de rescatarlas.

-           Bueno, primo. Las jóvenes nos vamos. –

-           Nos vemos en el desayuno.-

-           Mejor un poco más tarde.-

Chris sacudió la cabeza y vio como desaparecían tras la puerta. ¿Alguna vez estuvo él tan loco por divertirse?, sí, sin duda. Se duchó, abrió las puertas francesas de su habitación para que entrara una suave brisa, y se metió en la cama en bóxers. Necesitaba sentirse fresco, y a pesar de la ducha casi fría, sabía que volvería a encenderse en cuanto soñara con Elsa. Porque sabía que lo haría, como cada noche, desde que le puso sus manos encima por primera vez. Ese día conoció su tacto, y esta noche había conocido su sabor, así que se presentaba una noche muy interesante, sí señor.

Una nueva cazadoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora