your eyes

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Jamás volvimos a jugar cerca de aquel río, yo era un cabezota y puse la excusa de que el balón caía demasiadas veces al agua para buscar otro sitio. Mi pueblo es algo grande, pero no vive mucha gente, simplemente tiene muchas áreas de cultivo y las casas eran espaciosas. Había un barrio al que llamamos "el barrio viejo", literal allí viven en casas más tradicionales, los abuelos de la gente del pueblo. Allí se suelen celebrar los festivales locales, ya que cerca se encuentra el templo. En el mismo descampado donde se solía poner las tiendecillas de comida en esas ferias, nos pusimos a jugar en los últimos días que quedaban de las vacaciones de verano.

Mucha gente se desplazaba a la ciudad o a comarcas vecinas que tenían playa para veranear, así que, en el verano en general, estaba todo muy tranquilo. Aquel descampado era igual de grande que medio campo de fútbol profesional, por lo menos. No había césped, pero sí sombra de las copas de los árboles que crecieron tan alto, como para sobrepasar las vallas que separaban ese sitio de las casas tradicionales que lo rodeaban.

Yo era muy bruto, mis amigos siempre se quejaban de lo fuerte que paseaba la pelota, que algún día mataría a alguien si llegara a ser golpeado con ella. La verdad es que jugaba así para que nadie me quitase el puesto como el mejor jugador de la escuela. Si quería llegar a ser un jugador profesional en el futuro, debía mantener ese ritmo o incluso superarlo.

Yuki me hizo un pase largo y yo, con todas mis fuerzas, pateé hacia la portería. No teníamos suficientes jugadores para que hubiese un portero, además de que nadie quería serlo, así que Kuro, otro de mis amigos, entrenó a su perra Dora para atrapar la pelota. Ya saben que dicen de las mascotas, se parecen a sus dueños y Dora era igual de patosa que Kuro. Cada vez que el animal rozaba la pelota, pasaba algo malo, pero nadie nunca se quejó para no dañar los sentimientos de nuestro amigo.
Así que Dora, un mastín muy grande y marrón, saltó para agarrar mi tiro. Con el hocico cambió su dirección y la bola voló por encima de una valla. La pelota se coló en casa ajena y se escuchó algo romperse. Todos nos quedamos de piedra y con la boca abierta. Yuki estaba por salir corriendo, pero lo agarré de la camiseta.

- ¡No! ¡No pienso ir esta vez! Siempre me toca a mí.- gritaba el pobre.

- Siempre te toca porque tienes cara de buen chico.- le dije yo, sonriendo.

- No, no. No pienso ir, el tiro fue tuyo. Además esa casa está maldita.- decía el chico negándo con su cabeza tan fuerte, que hasta sus gafas salieron volando.

- ¿Qué dices?- me reí fuerte.

- ¡Es verdad! A esa casa le dicen "la casa de los demonios blancos".- decía Eiji moviendo sus manos como una caricatura de los cuentos de terror.

- Sois idiotas, iré yo. Jamás escuché ese nombre, apuesto que no es nada.- dije bastante valiente, aunque cuando me acercaba a dar la vuelta a la casa, empecé a pensar sobre esos demonios.

Cuando llegué al portón, estaba entreabierto. Buscaba el timbre, pero pensé que al ser una casa tradicional, no tendrían de eso, así que llamé en la gran puerta de madera dando algunos golpes en ésta con mi puño. Seguía sin poder controlar mi fuerza y ésta se abrió dejándome ver aquella casa. Unas baldosas de piedra, hacían un camino hasta la entrada de ésta. Era como cualquier casa tradicional, con el suelo alzándose entre pequeñas columnas que lo despegaban de la arena, para disminuir la humedad y el calor. Las puertas correderas estaban abiertas y de ellas colgaban algunas campanillas furin, que hacían una extraña melodía con la leve brisa. Un hogar muy humilde y tranquilo.

No quería molestar a nadie, así que entré y di mi primer paso hacia la derecha. Un jardín con todo tipo de plantas rodeaba la casa, el balón debería estar por el otro lado, metido en algún matorral. Justo cuando iba a girar, escuché un crujido de hojas a mi espalda y me petrifiqué mientras un escalofrío me recorrió la espalda. Me giré despacio y del susto caí hacia atrás.

- ¡Ah!- un anciano apoyado en su bastón, se sorprendió ante mi grito asustado y abrió sus ojos.

Estaba calvo, pero tenía algo de barba blanca. Su piel era muy blanca y sus ojos celestes, igual un poco morados, casi blancos también. Vestía con un kimono gris de tela fina, para el calor. Después de abrir sus ojos, éstos se achinaron, dando lugar a una cálida sonrisa.

- ¡Ah, lo siento señor!- me incorporé enseguida y le saludé haciendo una reverencia de 90 grados.- Yo... Yo... Vine a buscar una pelota, mis amigos y yo estábamos jugando y fue un accidente. La puerta estaba abierta y no quise molestar...

El señor se agachó para ver mi cara y asintió sonriente. Siguió asintiendo hasta cuando se giró para empezar a caminar. No sabía qué hacer, así que, lo seguí. Dimos la vuelta a la casa por el jardín, él levantó su pie para subir un escalón y entrar a su casa. Creí que a lo mejor el abuelo estaba sordo y no me escuchó o que quizás tendría la pelota dentro, pero cuando volví mi mirada de vuelta al jardín, allí estaba. La pelota estaba en el suelo al lado de una niña con un vestido, pelo y ojos celestes, recogía la tierra y los trozos rotos de una maceta.

Cuando ella se percató de mi presencia, giró su cabeza para mirarme a los ojos. Se asustó un poco pero al instante sonrió, ahí me di cuenta que debía ser la nieta de aquel señor, sus expresiones eran las mismas. Sonreí levemente sin querer hasta que me fijé más y lo comprendí.

- Ah... ¿rompí eso verdad?- señalé los restos de lo que había sido un precioso bonsái antes de mi ataque. Ella sólo asintió sin parar de sonreír, eran demasiado parecidos.- Yo te ayudo.

Me acerqué a ella y me agaché a su lado, ayudar a recoger aquel desastre era lo mínimo que podía hacer. Sentí que ella se apartó un poco, quizás la incomodé, ya no me miraba, se centraba en lo que hacía. Me di cuenta que hasta sus pestañas y cejas eran blancas, sus venas azules se podían notar por debajo de toda su piel transparente. "Los demonios blancos", a eso se referían mis amigos.

Unos segundos después también descubrí el por qué ella verdaderamente apartó su vista de mí. Uno de los trozos de cerámica se encajó en mi mano, haciéndome un corte profundo.

- ¡Chico! ¿Qué te pasó? Estás sangrando...- una abuela salió de la nada y me cogió de la muñeca para llevarme adentro de la casa.

COME BACK HOME (Oliver Aiku × OC) [Blue Lock]Kde žijí příběhy. Začni objevovat