just ask

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- Hayami… ¿Estás bien?- me atreví a preguntar después de haberme pasado casi diez minutos mirándola boquiabierto.

Ella asintió feliz. Sabía de más que por más que le preguntara cómo estaba, sólo me sonreiría y jamás me diría la verdad. Ella se giró para seguir recogiendo más flores, pero la agarré con suavidad de la mano, haciendo que me prestara atención. Su piel era muy suave y parecía delicada, como las alas de una mariposa.

- ¿Qué me querías decir antes? En el barco…- ella negó con su cara arrugada, como si me lo estuviera inventando.- No hagas eso, literal te escuché empezar, pero te callaste. ¿Qué te pasa? Puedes confiar en mí.

Ella aguantó aire en sus mofletes, algo molesta porque la había pillado. Sonreí de lado, expectante, sin soltarle la mano.

- Yo… Quiero… Quiero jugar al fútbol contigo.- dijo en un susurro, cabizbaja, muerta de vergüenza.

- ¿Eh?- alcé mis cejas y otra vez quedé boquiabierto.

- No sé jugar, pero me podrías enseñar… ¿Podrías?- esta vez me miró con cara de cachorrito.

Estaba tan seguro que me quería decir lo de las heridas, que me pilló por sorpresa.

- ¿Seguro que era eso? ¿Seguro que estás bien? ¿No es nada más?- me callé enseguida, quizás estaba siendo demasiado entrometido y ella no estaba lista para decírmelo todavía. Apreté su agarre al verla ladear confusa su cabeza y empecé a acariciar la piel de sus manos con mi dedo.- Claro que te enseñaré, aprenderás del mejor.

Me señalé a mí mismo con mi otra mano libre y una sonrisa fanfarrona y graciosa apareció en mi cara. Ella también sonrió grande y se abalanzó a abrazarme. Yo me quedé algo tieso ante ese contacto tan repentino, pero después la rodeé con mis brazos de vuelta. Apoyando mi cabeza en su hombro, pude notar como su pelo olía a lavanda, con un toque de lima.

Jamás pensé que aceptar a jugar con alguien iba a ser tan gratificante. Ella pasó toda su vida sola y pasando el rato con amigos que su propia mente tuvo que crear. Aunque ya estuviéramos en el instituto, quizás quería experimentar lo que era tener a alguien con quien salir por las tardes a hacer lo que fuese, en este caso, jugar al fútbol. Me sentía muy feliz, que ella, sólo por ser ella, hubiera tenido el valor para preguntar aquello por fin.

- Manzanas.- le escuché decir mientras se separaba de mí.- Hueles a manzanas.

En ese momento mi estómago empezó a rugir y unos calores se me subieron hasta arriba, poniéndome seguramente bastante sonrojado. Ella bufó una risilla.

- La cocina ya cerró… ¿Quieres ir a robar comida a las mochilas de la gente?- en mi cabeza sonó mucho mejor, pero me sorprendió que ella asintiese con toda la euforia del mundo.

Esa noche terminamos con cuatro chocolatinas robadas de Carla y sus amigas, una venganza bien fría y sabrosa. Nos infiltramos en el ático del edificio principal para poder ver las estrellas desde una ventana en el tejado. Allí nos quedamos hasta terminar con el chocolate. Jamás creí que una niña como ella se apuntaría a hacer esas travesuras infantiles de niño revuelto como yo, quizás me estaba convirtiendo en una mala influencia para ella… Pero no me importaba, es más, eso estaba más que bien. Contra más tiempo pasase conmigo, más alejada de esos abusones estaría. Yo la protegería.

El viaje transcurrió sin más, se supone que fuimos a ver varios monumentos bastantes importantes y preciosos, pero yo lo más bonito lo tenía siempre delante o a mi lado. Hayami se ganaba siempre muchas miradas por su extraña condición, la mayoría eran de confusión o incluso miedo. A los humanos le asusta lo extraño y lo desconocido, entonces yo no debo ser humano, porque me encantaba. Era algo mágico poder verla, era como encontrar a un unicornio.

Le hice varias fotos, con las flores, con el atardecer, con pequeños animales que nos encontrábamos por el camino y aproveché esa excusa para obtener su número de teléfono para poder pasárselas. De verdad así me ahorré la vergüenza de pedírselo sin ningún motivo aparente, soy bastante inteligente para lo que me conviene.

La chica no volvió a pronunciar palabra en todo el transcurso del viaje desde el primer día. De verdad era una persona de pocas palabras, pero al pasar cada vez más tiempo con ella, la iba entendiendo más y más. No le hacía falta ningún sonido, para saber lo que me quería decir sólo por su mirada. También era gracioso cuando se molestaba y arrugaba su cara como una viejita, me recordaba a Nezuko, de una de mis series favoritas, Kimetsu No Yaiba.

Las otras seis horas del camino de vuelta, se me hicieron eternas, por suerte me salvaron aquellas fotos que le hice y que tenía en mi galería. Se me pasó por la cabeza hasta de imprimirlas cuando llegase a casa, pero me golpeé a mí mismo, sería ya de demasiado acosador. Quizás ella sería Nezuko, pero yo no quería ser su Zenitsu… ¿o quizás sí? Era demasiado linda.

Y así, sonriendo como un bobo, me pasé aquel viaje. Como si estuviera en un estado constante de euforia por drogadicción. Para ese entonces, no podía negar que estaba completamente enamorado de Hayami Arai, el demonio blanco. 

COME BACK HOME (Oliver Aiku × OC) [Blue Lock]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora