Capítulo 1.

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Año 2014 en Richmond, Virginia.

— ¡Ve por él! —Gritó con enojo un hombre de unos 50 años y tez pálida—. Lo quiero con vida.

Después de un rato, un hombre más joven entró a la habitación con paredes de mármol y al fondo de ella, en un asiento en forma de trono, se encontraba sentado el mismo hombre mayor.

—Mi señor, el niño se ha escapado con ayuda de... —El hombre mayor le rompió el cuello antes de que acabará de hablar.

El mismo niño despertó gritando en su cama asustado y agitado por la pesadilla que acababa de tener.

—Cariño, ¿qué ocurrió? —Una mujer de unos 30 años que parecía ser su madre entró al cuarto—. ¿Otra pesadilla? —Lo abrazó para calmarlo.

—Mamá me persiguen —le dijo aterrado—, vienen por mí.

—Liam. —Acarició la frente del niño—. Nadie viene por ti, ¿de acuerdo?

—Pero el hombre de ojos grises...

—No hay tal hombre mi amor, únicamente son sueños. —Tomó sus mejillas y lo miró fijamente—. Estás a salvo.

— ¿Lo prometes?

—Lo prometo. —Lo abrazó y miró hacia la ventana con un semblante de angustia.

9 años después.

— ¿En serio tienes que mudarte a Wisconsin? —Preguntó un chico castaño a su amigo.

—Si no lo hago mi padre se enojará, aún sigue molesto por lo de su auto. —Se rio—. Pero oye, estarás bien sin mí, solo espero que no la pases mejor. —Le dio una palmada en el hombro.

— ¡Liam llegarás tarde a la escuela! —Gritó su madre desde el fondo de la casa.

—Debo irme... Supongo que ya no estarás cuando regrese, ¿cierto? —Se mostró desanimado y su amigo negó con la cabeza—. En ese caso buena suerte, amigo —lo abrazó.

—Más te vale no olvidarte de tu viejo amigo Oliver —bromeó Oliver.

Liam se subió a su bicicleta y empezó a andar rumbo a su escuela.

Una mujer mayor apareció en el camino e hizo caer al chico.

—Lo siento mucho, jovencito. —Lo ayudó a levantarse—. ¿Te encuentras bien?

—Sí, no se preocupe, señora, es solo un rasguño, ¿usted está bien?

—Tranquilo no me pasó nada, aunque deberías tener más cuidado... Uno nunca sabe lo que se puede topar en el camino. —Sonrió de una manera extraña y poco convincente.

El chico la miró desconfiado y siguió andando mientras pensaba lo extraña que fue esa mujer.

Al llegar a la preparatoria se dirigió a su clase que había empezado.

—Señor Hale, llega tarde, 10 minutos tarde, de hecho —le dijo un profesor de lentes y amargado sin siquiera voltear a verlo.

—Lo siento, Sr. Allen...

—Menos excusas y más llegar a tiempo, ahora tome asiento.

El muchacho caminó hacia su lugar y miró el asiento vacío atrás de él con tristeza, ya que este era el de su mejor amigo Oliver que debía estar camino a Wisconsin.

Al par de unas horas, el chico empezó a sentirse mal, su vista se nublaba y se sentía mareado.

— ¿Sr. Hale? —Preguntó una profesora—. Sr. Hale, ¿se encuentra bien?

Liam se desmayó y fue llevado a la enfermería, donde despertó con un dolor de cabeza y sin mejora de su vista.

— ¿Dónde estoy? —Llevó su mano a la cabeza—. ¿Por qué me duele tanto la cabeza?

—Estás en la enfermería, te desmayaste en clase de biología, ¿tu vista como sigue?

— ¿Mi vista?

—Antes de desmayarte dijiste algo sobre que no podías ver, ¿aún no ves?

—Oh... no, sigue estando muy borroso.

—Ya veo, será mejor que vayas a casa. ¿Algún familiar o amigo que pueda acompañarte?

—O... —Recordó a su amigo—. Ah... no, no hay nadie, mi madre está trabajando.

— ¿Padre o algún tío?

—En Washington y no tengo tíos.

—Cielos, deberías empezar a hacer más amigos —dijo con sarcasmo la enfermera.

—Gracias por el consejo. —Reviró sus ojos y se fue.

«¡Diablos! No veo nada»

El chico caminó hacia la salida de la escuela como pudo, pegándose con todo.

— ¿Necesitas ayuda? —Habló un rubio alto recargado en los casilleros—. Puedo llevarte.

—No, gracias... estoy bien —contestó mientras se apoyaba tocando la pared.

—No ves nada, ¿cierto? —Se rio—. No seas estúpido, Liam, te llevo a casa.

— ¿Cómo sabes mi nombre? Dudo mucho que nos conozcamos.

—Sé muchas más cosas que no te imaginas, pero ya te contaré en otro lugar, ¿en tu casa te parece? —Lo tomó del brazo y lo jaló.

— ¡Hey! Espera ni siquiera sé tu nombre —alegó el pelinegro.

—Soy Jace, ahora sube al auto. —Desactivó la alarma de un auto rojo muy moderno.  

Creciendo entre demoniosWhere stories live. Discover now