Capítulo 7.5

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Definitivamente los Carter no estaban en su mejor momento. Helena por ejemplo, no pronunció palabra alguna durante la reunión con la fiscal Willams.

«Pobre familia Carter, ojalá Charlie Evans pague por lo que hizo» pensaba Reachel mientras esperaba a su colega, Jerry.

Ese hombre de pelo negro, negro y alborotado, con una cara de buenos rasgos con dos ojos marrones y un cuerpo bien trabajado.

Reachel esperaba mientras se perdía en sus pensamientos en como el caso resultaba tan... fácil de cierto modo, en como es posible que el ser humano puede hacer cosas horribles por motivos egoístas y por supuesto en la cara afligida de Helena Carter.

«Su belleza es opacada por esa tristeza» pensó mientras se le escapaba un suspiro.

—¿En quién piensa, fiscal Williams? —preguntó un hombre a su lado—, ¿es acaso tu amada Taylor?

—Claro, ¿en quién más sería, fiscal Jefferson?

Ambos empezaron a caminar hacia el dichoso restaurante que Jerry ha querido ir.

—No lo sé —sonrió Jerry—, tal vez en la señorita Carter, admito que es bastante hermosa.

—Su deducción es falsa, Jefferson, además —esquivó Reachel—, ¿no salias con Maddie?

—Maddie, Maddie, Maddie —repetía el fiscal—, ¿la chica de pelo con mechas rosas?

—Sí.

Jerry soltó una risa incrédula.

—Yo no llamaría a eso "salir".

—Ya entiendo —asintió la mujer—, eres uno de esos.

—¿Uno de esos?

—Sí, uno de esos hombres que escapan del compromiso y sacian su necesidad de contacto humano atrayendo a mujeres ilusionadas para que al día siguiente las dejen como si nunca hubiera pasado.

—Equivocada de nuevo, fiscal Williams. No sé como puede ser fiscal si sus deducciones son casi completamente errónea. Maddie sabía perfectamente lo que pasaría, se lo dejé muy claro y ella por supuesto que accedió porque soy irresistible.

—¿Por qué los hombres son tan narcisistas?

—¿Por qué las mujeres son tan hermosas?

Y así siguieron hablando medio kilometro hasta llegar a "All-you-can-imagine" un restaurante famoso porque venden de todo lo que te puedas imaginar.

—Espero que valga la pena —mencionó Reachel mirando el restaurante de facha llamativa desde la distancia—, por tu culpa estoy agotada.

—Deberías ser más agradecida, te hubiera mandado al otro lado de Houston a un restaurante de comida mediterránea y no podrías negarte. Pero decidí por un lugar más cerca porque mi corazón es bondadoso.

Ambos cruzaran la calle hacia el restaurante. En la vitrina se veía gente ocupando todas las mesas degustando su comida.

Jerry se adelantó y le abrió la puerta a su acompañante.

—Señorita.

—Cretino.

Así ambos entraron al restaurante y un aroma delicioso invadió sus fosas nasales.

—Bienvenidos a "All-you-can-imagine", ¿tienen reservación? —preguntó amablemente una mujer joven de pelo castaño oscuro de pequeña estatura y de complexión delgada.

—Sí, mesa para dos a nombre de Jerry Jefferson.

—Por supuesto, siganme.

La muchacha los llevó a una mesa para dos.

—Es aquí —indicó la joven—, Por favor, sientense.

Entonces ella se dio media vuelta y se fue a su lugar.

Reachel vio como Jerry se acercaba a la silla en la que ella pensaba sentarse y dedujo sus intenciones.

—Ni siquiera se te ocurra. Puedo hacerlo sola.

—Trato de ser un caballero.

—No te molestes.

Ambos se sentaron, Reachel miranfo hacía la salida gracias a la vitrina y Jerry mirando hacia el fondo del restaurante. Ellos comenzaron a revisar el menú que se encontraban sobre la mesa.
En efecto, había de todo, desde atojitos mexicanos hasta comida china.

Tras unos minutos una mujer de estatura no muy alta y algo rellenita de pelo castaño se acercó a la mesa donde los dos fiscales estaban sentados.

—Buenas tardes —saludó la mesera—, ¿están listos para ordenar?

—Yo sí —respondió Jerry.

—¿Lo de siempre, Jerry?

—Tú lo sabes, Mitch.

—De acuerdo —sonrió Mitch—, ¿y usted, señorita?

—Dame unas "Tostadas de ganado mexicano", por favor.

—Muy bien, señorita.

Mitch estaba apunto de irse pero se giró hacía Jerry y dijo:
—Tratala mejor a esta.

Después de eso Mitch se fue haciendo que Reachel mirara algo confundida e intrigada a su colega.

—¿Quieres contarme sobre eso?

—Vengo aquí muy seguido, es todo.

Era obvio que ella no se refería a eso, se reflejaba en su mirada, Jerry lo sabía, simplemente tardó unos instantes en seguir.

—Mitch se refiere a la vez que traje aquí a Chloe, traté de que nuestra separación fuera más suave.

—¿Chloe?

—No te lo cuento todo.

Reachel reparó en que una persona muy familiar estaba al otro lado de la calle, lo podía ver por la vitrina.

«¿Qué está haciendo Taylor ahí?» pensaba mientras su mirada se perdía en su novia de pelo rubio.

Taylor no estaba sola, estaba caminando junto a otra mujer, una mujer pelirroja un poco más alta que Taylor.

«Es solo una compañera de trabajo o una amiga solamente» se repetía Williams así misma.

Pero su teoría improvisada fue desmentida cuando Taylor se acercó a esa pelirroja para besarla y la otra mujer le devolvió el beso.

Si fuera una caricatura, su corazón se habría partido en un millón de pedazos o se habría imaginado como Taylor le arrancaba el corazón para arrojarlo a un bote de basura, pero no, era la vida real.
En lugar de eso, solo se le hizo un nudo en la garganta y una ola de tristeza se apoderó de ella.

—Hey, Williams —llamó Jerry—, ¿estás bien?

—Sí, estoy bien —mintió ella—. Dime, ¿cómo vas con tu caso?

—Esta mañana encontramos una pista comprometedora que refuerza más nuestra teoría. Es increíble hasta donde puede llegar el ser humano.

«Dimelo a mí» pensó Reach.

***

La última maleta estaba lista, Reachel con un par de lágrimas la cerró y se dirigió escaleras abajo sin esperar que se encontraría cara a cara con Taylor quien recién acababa de llegar.

—Hola, cielo...¿vas a algún lado?

—Dimelo tú, Taylor, ¿qué más puedo hacer cuándo te veo besándose con otra mujer? y no lo niegues, te puedo decir el lugar y el momento cuando las vi.

—Yo...

—Me mentiste no sé cuantas veces ya, y no quiero saber por cuánto tiempo ni quiero oír alguna disculpa.

Reachel soltó sus lágrimas y su ira en sus palabras sin llegar a los gritos, ser fiscal le permite tener la habilidad de ser diplomática aún en difíciles situaciones.

Taylor miró al suelo y se apartó del camino dejano

La LlamadaWhere stories live. Discover now