Capítulo 12 (Final)

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Un trato es un trato, se suele decir. Esa necesidad de impartir justicia sólo sería saciada si la inocente señora Evans fuera rescatada de su secuestro.
Gracias a la tecnología, se logró rastrear el paradero de Coyote durante su última conversación con Charlie.

Horas después un equipo de rescate arribó a una casa a las afueras Texas. Ahí fue arrestado Coyote y la señora Evans fue rescatada siendo llevada a un lugar seguro con la protección de la policía.

—Señor Evans —llamó Reachel—. Nos llegó la notificación de que su madre ha sido rescatada y está sana y salva.

—Muchas gracias, fiscal.

—¿Nos dirá ahora el nombre de la mente criminal de todo este asunto?

Charlie sólo se limitó a asentir con la cabeza y mirando fijamente a la fiscal soltó el nombre del verdadero culpable.

No tardaron mucho en arrestar al culpable, y este al ver que ya no tenía salvación, confesó todo terminando con los cabos sueltos. Confesó el paradero de Lobo y de el abogado de Charlie quien tuvo la suerte de ser rescatado antes de que Lobo lo maltratara más. Tanto Lobo como Coyote fueron puestos tras las rejas por un largo tiempo. Tras unos días en prisión, el verdadero autor del crimen fue juzgado en la corte por la mismísima jueza McCoy, quien castigó al criminal con la condena de muerte en la silla eléctrica. 

En cuanto a Charlie, a pesar de ser extorsionando y obligado a cometer el crimen, fue sentenciado con cadena perpetua, gracias a una carta enviada al juzgado por Los Carter donde pedían que Charlie no fuera mandado a la silla eléctrica. Afortunadamente, existe la posibilidad de que se reduzca su condena por buen comportamiento. En el tiempo en que Charlie permanezca en prisión, todos los días su madre, Mary Evans quien ya estaba fuera de peligro, lo visitaría esperando el día en que pueda ver a su hijo fuera de las rejas.

Finalmente todo concluirá una tarde de junio, el cielo era cubierto por montones de nubes grises ocultando el sol que pronto desparecería. Esa tarde de mayo sería ejecutado en la silla eléctrica el hombre que tanto daño le hizo a la familia Carter, su muerte sería vista por los seres queridos de la difunta Emily, desde amigos y familiares como el tío Trevor, la tía Gladdis y sus hijas hasta familia cercana como James, Teodora, Lucas y Helena.

La hora había llegado y todos los testigos estaban esperando al criminal, quien no tardó en aparecer encadenado y escoltado por varios oficiales. Tras quitarle las cadenas, bruscamente fue obligado a sentarse en la silla eléctrica, luego fue amarrado a esta.

—Bruno Lambert —comenzó a decir uno de los oficiales—, ha sido condenado a morir en la silla eléctrica por sus crímenes ordenado por el juzgado del estado de Texas. ¿Desea decir algo antes de que la ejecución?

—Lo siento.

—¿Lo sientes? —repitió James Carter—, ¿cómo te atreves a decir que lo sientes, maldito bastardo?

De un rápido movimiento, el señor Carter se paró de su asiento dispuesto a hacer quién sabe qué a Bruno pero fue detenido por Lucas y el tío Trevor.

—¡Mi hija te amaba y mi familia te recibimos con los brazos abiertos! —seguía el anciano—. ¿Por qué lo hiciste?, ¡¿por qué?!

—Yo amaba a su hija, pero tenía que salvar mi compañía.

—Tú no la amabas, amabas su dinero y te consta, ¿eh? —afirmó James volviéndose a sentar—. Espero que ardas en el infierno.

Un par de oficiales acercaron un balde lleno de solución salina a la silla eléctrica y le dieron una esponja al policía que se encargaba de dictar la ejecución. Posteriormente, se le fue puesta a Bruno una capucha negra que cubría todo su rostro. El policía encargado de la ejecución acercó la esponja a la solución salina, pero pensó en lo cruel que el culpable fue y el horrible castigo que se merecía, por lo que no mojó la esponja y así mojada fue puesta sobre la cabeza de quien alguna vez fue el esposo de Emily.

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