Capítulo 9

24 4 2
                                    

Charlie Evans colgó la llamada que tenía con su madre y encendió su auto para retomar su camino. Tenía una cita con alguien que tiene una especial capacidad para cambiarte de identidad con unos cuantos documentos.

Sin embargo, ya estaba retardado y Charlie quería terminar con ese negocio de una vez por todas, así podría tener una vida mejor y podría darle a su madre la vida que se merece.

Pisó el acelerador como si estuviera en una película de acción, a los pocos minutos se hallaba conduciendo en una avenida muy transitada.

Tenía tanta prisa que en cuanto tuvo la oportunidad adelantó un par de vehículos dejando atrás un rastro de sonidos de claxon y el rechinido de las llantas contra el asfalto.

El semáforo que tenía de frente lo obligó a frenar a regañadientes.

—Maldición.

No había tiempo para esperar, entonces asegurándose de que su próxima maniobra no ocasionara algún contratiempo, aceleró velozmente una vez más saltándose el señalamiento.

***

—Señor Lambert —llamó un oficial—, la fiscal Williams lo espera en su oficina.

Bruno siguió al oficial hacia la oficina de Reachel quien lo esperaba sentada en su escritorio con una carpeta entre sus manos. Además, la familia de su difunta esposa también se encontraba presente.

—Buen día, señor Lambert —saludó la fiscal—. Como ha de saber, tenemos adelantos en el caso de su esposa y me gustaría que contestara una pregunta para confirmar algo.

—Por supuesto, fiscal Williams. ¿Cuál es el asunto?

—Tenemos una clara imagen de como luce el principal sospechoso, Charlie Evans —comenzó Reachel—, y gracias a ello pudimos encontrar esto.

Reachel abrió la carpeta que tenía en sus manos revelando su contenido: una fotografía en blanco y negro de un hombre que usaba una gafas de sol y una gorra conduciendo un vehículo.

—¿Qué es eso, fiscal? —preguntó la señora Carter—, ¿es ese Charlie Evans?

—Así es, señora Carter. Esta fotografía fue tomada desde un semáforo de una avenida que detectó una infracción de transito. En cuanto la foto fue tomada, llegó a los oficiales de transito y una patrulla cercana interceptó el vehículo.

***

Evans estaba sentado y esposado en una sala de interrogación donde un foco de luz blanca alumbraba la lúgubre estancia.

Cabizbajo, divagaba en su futuro y el de su madre, bien sabía que finalmente sus crímenes y sus elecciones lo habían llevado hasta ahí. Él no negaba que asesinó a Emily Carter, él no negaba que preparó la horca mientras ella estaba en el sanitario y que la cargó tapándole la boca para que los guardaespaldas no escucharan sus gritos de desesperación y temor pidiendo ayuda. Él era el culpable. Él fue quien le puso a Emily la soga al cuello y él fue quien terminó con su vida.

«—Lo siento —dijo Charlie ese día mirando con ojos llorosos como se meneaba el cadáver de su jefa por el movimiento de la soga—, pero no tengo otra opción».

El cuarto de interrogación donde Charlie se encontraba, siempre ha tenido una ventana, del lado del asesino veía el reflejo de su culpa y del lado de la familia de la victima veía con odio y rabia un monstruo.

No have falta describir los pensamientos que Helena, Lucas, James, Teodora y Bruno tuvieron en esos momentos.

—¿Qué procede ahora, fiscal? —inquirió James—, ¿qué le van a hacer a este bastardo?

—Será llevado a juicio, y si es declarado culpable, será ejecutado en la silla eléctrica.

Todos estaban tan concentrados en Charlie que nadie reparó en la presencia de la mariposa azul. La mariposa estaba en una esquina de la sala de interrogación.

Cuando la familia de Emily pasó a retirarse, la mariposa revoloteo por la cabeza de Evans hasta posarse sobre su nuca.

La justicia a veces es tan ciega.

La LlamadaWhere stories live. Discover now