Vingt-deux

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Win estaba en el hospital.

Estaba sentado en una camilla, tenía un respirador tapando su boca y nariz; también tenia suero inyectado en su mano izquierda.

Se encontraba estable por el momento.

Su crisis de pánico le había provocado dificultades para respirar y había pasado toda la noche intentando estabilizar su estado.

La madre de Win estaba en la puerta viendo como Bright intentaba entretener y distraer al pequeño para que no pensara más en el suceso que solo corroboro lo peor que le había sucedido.

El padre de Win estaba afuera, en la sala de espera, porque la mujer le había prohibido el paso. Parecía preocupado y se veía como un delincuente que sabe que cometió un delito, parecía sudar frio.

La enfermera le dijo a Win que podía irse a casa a mediodía.

Bright fue el encargado de llevarlo mientras su madre se encargaba del asunto con su padre.

—¿Estas mejor, Winnie?

—Sipi, me siento mucho mejor. Pero no quiero recordar lo que pasó ¿Bueno?

—Ok, mejor hablemos de tu cumpleaños, es en dos días.

Win pareció emocionado por un momento, pero despues miro a Bright con duda.

—Pero, no quiero hacer fiesta, nop, nop.

—No tienes que hacerla. Puedes ir a algún lugar conmigo si quieres.

—¡¿En serio?!

Win y Bright decidieron ir al cine y a comer helado por el día de su cumpleaños. Pero el más bajo no se preocupaba realmente del lugar, solo le importaba estar con Bright.

El mayor no le había dicho que tendrían que irse por una semana, pero prefería mantenerlo en secreto por el momento.

Pasitos de Pingüino ; 𝗯𝗿𝗶𝗴𝗵𝘁𝘄𝗶𝗻Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora