Vingt-huit

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Win estaba saliendo de una exitosa primera clase de danza. Lo habían aceptado de inmediato y aquello hacía que su corazoncito se sintiera más feliz que nunca.

Además habían aceptado su condición diferente.

Así que todo iba bien aquel día, o a menos eso creía antes de salir del edificio.

Afuera había un hombre de edad mayor sentado en una de las bancas del lugar.

Win sintió un frío horrible recorrer su espalda cuando su padre entró en su campo de visión.

Trató de pasar desapercibido para que no pudiera reconocerlo, pero no funcionó.

—¡Win!

—¿Qué quiere?

—Necesitamos hablar, hijo.

—Yo no soy su hijo, usted lo sabe.

Win, aprovechando que el hombre estaba un poco lejos aún, marcó rápidamente el número de Bright y guardó el móvil en su bolsillo pero sin cortar la llamada.

Bright contestó y escuchó lo que pasaba del otro lado de la línea.

—Vamos, han pasado años, fue un error. No puedes hacerme esto, sabes que te amo por sobre todas las cosas, como a tu madre. Eres mi hijo.

—Está enfermo.

El hombre le tomó del brazo.

Bright ya iba saliendo de casa algo agitado mientras escuchaba atento a lo que decían.

—Suélteme por favor. O voy a llamar a la policía.

—No serías capaz, Win. Eres un niño precioso, no le harías eso a tu padre.

Por suerte, el edificio solo quedaba a tres estaciones de la casa de Win, el tren llegó rápido al lugar.

Bright pregunto a todos por el nombre del edificio, porque no tenía idea de donde estaba.

Hasta que por fin alguien le dio las indicaciones correctas.

Pudo ver a Win cuando iba llegado, el hombre aún le tomaba el brazo para que no se escapara.

Bright soltó a Win de su agarre con un empujón para el otro, el menor se escondió en su espalda, llorando.

—Vuelve a tocar a Win y no voy a responder por mis actos, señor Metawin.

—¿Quién te crees, mocoso? Tengo más derecho que tú sobre él.

—Ese derecho lo perdió cuando le hizo eso, me da asco.

—De todas formas, lo toqué antes que tú.

—No pudo decir peor cosa.

Bright le dio un golpe con su puño directo en el rostro y estuvo a punto de perder el control de sus acciones si no fuera porque escuchó los sollozos y jadeos enormes de Win.

Otra vez, una crisis de pánico.

Pasitos de Pingüino ; 𝗯𝗿𝗶𝗴𝗵𝘁𝘄𝗶𝗻Where stories live. Discover now