Capítulo XIV

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Zoro la miró de arriba a abajo con los ojos entrecerrados. No era necesario que se presentara para darse cuenta que ya la odiaba, había interrumpido un momento lujurioso entre él y Mihawk, y eso era algo que nunca le iba a perdonar.

Se giró y se dirigió a su habitación mientras escuchaba a Mihawk reprocharle algunas cosas. No se iba a comportar como un niño pequeño y malcriado, por lo que simplemente se colocó ropa ligera fácil de quitar y caminó hacia la habitación de Mihawk. Una vez allí miró que todo estaba desordenado.

Colocó algunas cosas en su lugar, pero cuando tomó su capa usual cayó un papel del bolsillo. Extrañado lo recogió y leyó lo de adentro.

Se sorprendió que era una solicitud del almirante de flota Sengoku, quien le pedía un lugar de encuentro para conversar cosas privadas.

Dejó la nota en el bolsillo y guardó la capa dentro del armario. Se quitó su camisón y la dejó junto la demás ropa.

Se tiró a la cama y miró por el ventanal. Era mediodía y podía ver el sol en medio del cielo alumbrar con gran poder.

Recordó a sus compañeros y se preguntó si ellos estarían preocupados por él, ¿Cómo podía hacerles saber que se encontraba bien y que en un tiempo corto se encontrarían? Al menos lo suficiente para volverse más fuerte y no decepcionarlos.

Sus pensamientos se disolvieron cuando escuchó pasos por la escalera, por lo que rápidamente se sentó con la espalda a la puerta, sabiendo que esta era la mayor debilidad de Mihawk. Se sonrió a si mismo cuando escuchó la puerta abrirse.

—¿Qué haces aquí?

—Solo vine a cobrar lo que está pendiente —. Sonrió con malicia, pero se sorprendió cuando Mihawk ni lo miró.

Éste se quitó las botas y las dejó debajo del armario, estiró su espalda y se rascó el cabello.

—Perona fue mandada aquí por Bartolomew Kuma, supongo que Gecko Moria y él se enfrentaron, causando que aquella niña parara aquí.

—¿Por qué no simplemente dejas que se vaya?

—Hay muchos babuinos afuera que complican su salida, supongo que tendré que ir a dejarla yo —. Suspiró. —Que molestia.

Zoro se quedó callado, solo miró el cielo y las flores en el jardín de al lado, y por primera vez se fijó que al lado del castillo yacía un lago abundante de peces. Se dio cuenta de que la primera vez que estuvo sentado en el lugar, lo vio como un lugar oscuro, sombrío y sin vida, pero cuando fue pasando el tiempo, lo percibió como un lugar agradable y lleno de color.

No es que fuera su estilo de vida cotidiano, solo lo encontró... bonito.

Mihawk miró su espalda y suspiró nuevamente. Caminó hacia la cama y besó su espalda desnuda sin temor, causando que Zoro sonriera torpemente.

—Mañana vendrá Sengoku, supuestamente necesita establecer algún trato conmigo.

—¿Ah? ¿En serio? No sabía —. Silbó, y Mihawk rio por su tonta forma de mentir.

—Al parecer leíste la carta, está bien, ahorraré todo el discurso.

Zoro sonrió cuando sintió que sus besos fueron bajando por su espalda, para luego subir por su cuello y hombros, terminando con uno en su mejilla.

Iba a hablarle sobre aquel lago, pero un grito agudo hizo que su enojo volviera.

Está vez no lo iba a soportar, quitó con brusquedad las manos de Mihawk de su pecho, para levantarse y encarar a esa mujercita voladora.

Mihawk intentó pararlo, pero este no le hizo caso, sólo bajó rápidamente por las escaleras hacia Perona, pero paró en seco cuando vio a Shanks reír con ella.

—¿Shanks?

Este se giró sonriente para mirarlo, había llegado hacía unos segundos, y se encontró con la señorita de pelo rosa que le pareció de lo más agradable. Estableció una conversación con ella, lo que causó que sus risas trajeran a Zoro al salón.

—Hey, Zoro, ¿Cómo estás? —Miró fijamente a Perona quien le sonreía nerviosa, no le daba buena espina, sabía que algo estaba planeando, su cercanía con Shanks tampoco le agradaba mucho.

Zoro solo se limitó a suspirar mientras escuchaba a Mihawk bajar de las escaleras.

—Estoy bien, ¿tú? —Intentó sonreír, pero solo logró una mueca que demostraba su molestia, causándole una risa al pelirrojo.

—Bien... hablaba con esta chiquilla, al parecer ya no son solo los dos quienes vivirán acá.

—Iré al barco personalmente a dejarla, no planeo que viva acá, Akagami —. Lo miró con sus ojos penetrantes, quienes eran inútiles para Shanks, quien en sus veinte años de amistad, no le causaban ni el menor miedo.

—¿En serio? Pobrecita, ojalá que la acepten de nuevo en su barco...

—Tengo entendido que Kuma la envió hasta esta isla, no que fue corrida a propósito por su capitán.

—Te equivocas, Moria me echó del barco y Kuma me envió lejos, ya nadie me quiere en el barco —. Se dispuso a llorar, y en ese momento Mihawk se dio cuenta del problema.

—No me extrañaría el por qué... —Zoro recibió una mirada amenazante por parte de Mihawk.

Hace unos momentos, Perona le contó que fue enviada por el sichibukai, nunca mencionó que fue expulsada.

Suspiró al ver sus ojos tristes.

—Puedes quedarte aquí hasta que encuentres un lugar a donde ir.

Zoro lo miró incrédulo, no podría imaginar unos días donde tendría una mujer escandalosa volando por el castillo, junto con esos fantasmas depresivos, molestándolo a el y a Mihawk.

Ni hablar de sus noches de intimidad, tendría que ser sigiloso, y el silencio era algo imposible entre ellos dos.

Shanks le sonrió agradecido, recibiendo una mirada amenazante por parte del maestro espadachín.

Zoro no podía seguir allí. Miró por última vez a la sonriente fantasma y caminó hacia su recámara.

Cerró la puerta con pestillo detrás de él, sabía que Mihawk iría con él para hablar sobre su decisión, y no estaba dispuesto a escucharlo.

Y se encontraba en lo correcto, minutos después, escuchó unos golpes en la puerta.

Tomó su almohada y se tapó los oídos con ella, para poder dormir un rato, o al menos lo suficiente para despertar el día en que Perona abandone la isla.

El mejor espadachín -MiZoDove le storie prendono vita. Scoprilo ora