Capítulo XXI

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Zoro despertó con un gran dolor de hombro y cabeza. Miró a todos lados, sin lograr reconocer la habitación...

O más bien barco.

Se apoyó de sus codos para sentarse en aquel piso frío de madera, para luego intentar tallar sus ojos en un intento de aclarar su vista. Un dolor intenso en su hombro derecho le hizo despertar bien y recordar lo sucedido. Solo una imagen se hizo presente. La de su amante caer al piso adolorido.

«Mihawk... ¡Dónde está Mihawk!»

Sus últimos recuerdos eran de la batalla entre Kizaru y el azabache, donde estaba seguro de su victoria. En un abrir y cerrar de ojos se vio a si mismo tirado en el suelo, gritando el nombre de su mentor, quien yacía inconsciente tras el disparo en su pecho.

Zoro, ignorando el dolor insoportable de su hombro vendado, se levantó rápidamente del suelo para ver donde demonios estaba, pero para su desgracia, no logró reconocer el barco.

Dio la vuelta desde la proa hasta la popa, mirando cada detalle de este, pero ninguno le daba un índice de rescate. Solo el mar le indicaba que estaba bastante lejos de la isla Kuraigana

«Al parecer me capturaron... malditos marines de mierda».

Alzó su vista y quedó estupefacto en su sitio, mirando atentamente la vela del barco moverse al ritmo del viento.

«Esa bandera pirata...»

Unos pasos detrás llamaron su atención. Se daría la vuelta si no fuera porque aquellos pasos los reconocía muy bien. Sonrió de lado al sentir un gran alivio en su corazón.

—Hola, Shanks.

—¿Cómo estás, pequeño?

Zoro miró nuevamente la bandera, estaba lo suficientemente shockeado por toda la situación que ni si quiera se encontraba preparado para saber lo que realmente había pasado. Al menos un sentimiento de alivio recorría sus venas al saber de que no fue capturado por la marina.

Finalmente se dio la vuelta, viendo como aquella cabellera roja bailaba en el viento tirano.

—¿Dónde esta Mihawk? —Preguntó, ignorando plenamente la pregunta del pelirrojo y su miedo por saber la respuesta, haciendo suspirar al capitán.

Shanks miró dentro del camarín, dando a entender que Mihawk se encontraba adentro. Al ver que Zoro no se movía del lugar, le dedicó una sonrisa para explicarle la situación.

—Sentí una presencia peligrosa en la isla, estaba lo suficientemente cerca para que mi haki los viera a los dos peleando contra la marina. Me iba a ir cuando un mal presentimiento me invadió. Decidí junto con Ben ir a vigilar por si algo pasaba, total, sé muy bien que Mihawk sabe arreglárselas solo, pero... mi instinto nunca falla.

Zoro entrecerró los ojos, sintiendo una presión en el pecho que le subía hasta la garganta. En un intento de ocultar sus lágrimas, miró al celeste cielo que les regalaba un lindo día veraniego. Shanks continuó.

—Cuando llegamos, Mihawk había recibido un disparo en el pecho, llegué al momento exacto para ayudarles. Tu te habías desmayado a los segundos, por lo que te llevamos de inmediato a nuestro barco... —Suspiró. —Mihawk estaba mal, fue disparado justo al medio del corazón, pero mi médico alcanzó a salvarle la vida —. Sonrió falsamente.

Zoro se encontraba mudo, las lágrimas habían desaparecido, dejando como rastro un sentimiento de culpa en su pecho.

Después de todo, Mihawk casi había muerto en un intento de salvarle a él.

—Ve a verlo —. Demandó, en un intento de evitar dar más explicaciones.

Zoro caminó, luego de unos largos segundos, lentamente hacía el camarín del barco, pisando con fuerza el piso de madera haciéndola rechinar. Inhaló fuertemente y se adentró.

Mihawk yacía en la cama aún inconsciente, lleno de vendas por todo su cuerpo y dejando rastros de sangre en la colcha de aquella cama vieja. Se acercó mirando su herida, odiándose por haber sido cobarde en el campo de batalla, odiándose por haber quedado mirando la batalla en vez de haber ayudado a su mentor.

Odiándose por haber sido el culpable de la muerte de su amante.

Se sentó a su lado y finalmente pudo soltar toda su angustia. Soltó las lágrimas guardadas que tenía en lo más adentro de su ser. Lloró por todo el sufrimiento que le causó a Mihawk. Lloró hasta que sus ojos no podían más.

Lloró porque sabía que su amor no despertaría.

Limpió sus lágrimas saladas de sus mejillas y se dispuso a besar su rostro frío y pálido. Besó sus mejillas, su frente, sus ojos, su nariz, y por último, sus rojos labios que tanto le atraían.

Sabía bien que, por muy fuerte que puede llegar a ser una persona, existían cosas inevitables... lamentablemente inevitables.

Pasaron veinte minutos cuando el pelirrojo entró junto a su médico, quienes le pidieron espacio para revisar al azabache.

Limpiaron sus heridas y el médico revisó la herida de su pecho. Quitó las vendas y con ayuda de un algodón y alcohol, limpió el alrededor de la piel para examinar la profundidad de la herida.

Zoro solo sintió como las lágrimas subían por su garganta, brotando de sus ojos haciendo que una presión apareciera en el pecho de Shanks.

El médico tras la examinación, se quitó los lentes y suspiró.

—Lo lamento... hice todo lo que pude, pero, las probabilidades de que despierten son nulas.

El mundo de Zoro se vino abajo.

El mejor espadachín -MiZoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora