Capítulo 11: Parte 2

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Cuando Elizabeth regresó al loft, encontró a Harry acomodando las bolas de billar sobre el tapete verde.

—Creía que ya no regresabas —comento él.

—He perdido la noción del tiempo. —Sus papeles desparramados seguían encima del baúl—. Ordenaré este desastre —dijo mientras comenzaba a juntar los papeles y los acomodaba en sus respectivas carpetas.

—Parece bastante interesante —dijo él de repente

Elizabeth arqueo las cejas.

—¿Has estado espiando mis papeles?

—Espero que no te moleste.

—En absoluto, es solo que no pensaba que te interesara el arte.

—No como a ti, pero sé apreciar una buena obra de arte cuando la tengo enfrente —adujo con los parpados entrecerrados para que no pudiera adivinar sus pensamientos.

—Estoy segura de que sí —le respondió distraída.

Termino de juntar los papeles, y aquel sector del salón recobró su imagen habitual.

—¿Te gustaría jugar una partida? —le preguntó cuando vio que pretendía marcharse a la habitación para seguir trabajando.

—No sé jugar.

—Eso tiene solución, puedo enseñarte. —Él había tomado un taco y comenzó a afilarlo.

—Creo que mejor no —titubeó mientras él la observaba de reojo.

Comenzó a sentirse inquieta cuando Harry se giró para poder mirarla mejor. Había dejado el taco y se había sentado sobre la mesa. Sentía que sus ojos la recorrían de arriba abajo y, de inmediato, sus mejillas se tiñeron de rojo. Él sonrió ante aquella reacción, se cruzó de brazos y la miró con seriedad.

—¿Y bien? ¿Quieres que te enseñe o no? —preguntó y arqueó las cejas.

Elizabeth era incapaz de reaccionar. «Vamos. Piensa una respuesta coherente», pero ni una sola palabra salía de sus labios. Era increíble el efecto que Harry causaba en ella.

—Perderías tu tiempo. Kevin intentó hacerlo una vez y no resultó.

—¡Elizabeth, deja de actuar como una niña! —Se levantó de su lugar—. Si no quieres reconocer que tienes miedo... —dijo, aunque no concluyó la frase.

Ella colocó de nuevo sus brazos en jarras y lo miró incrédula.

—¿Miedo? ¡No te creas que eres tan importante como para que alguien como yo pueda temerte! —comentó con ironía.

—Entonces demuéstrame que no es así —expresó Harry sin inmutarse.

—¡Yo no tengo nada que demostrarte! —se defendió Elizabeth, roja de furia a esas alturas.

—Entonces perdóname, pero debo pensar que con tu actitud me demuestras que la única razón por la que me rechazas es porque me temes —lo dijo consciente de lo que su comentario provocaría en ella.

Elizabeth respiró profundo y agachó la cabeza unos segundos; su orgullo herido era más grande que la rabia que sentía en su interior.

—De acuerdo, pero te advierto que no lograrás mucho de mí. —Levantó la cabeza y lo miró desafiante.

—Toma —le dijo. Le arrojó uno de los tacos con tan mala suerte que ella no logró atraparlo y fue a dar al suelo.

Elizabeth le lanzó una mirada fulminante y se agachó para levantarlo. Cuando lo hizo, la abertura lateral de su falda se movió y dejó ver buena parte de uno de sus muslos. Ella se levantó de inmediato y volvió a poner la tela en su lugar, pero a juzgar por la mirada vivaz de Harry, su gesto no había servido de nada. Trató de ignorarlo y se colocó junto a la mesa de billar, justo en el lado opuesto en que él se encontraba.

Nomeolvides | H.S.Where stories live. Discover now