Capítulo 18: Parte 1

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El partido entre los Falcons y los Sharks de San José había entrado ya en el segundo período. Ganaban los locales dos a uno y había una marcada diferencia entre los dos equipos. Jessie estaba entusiasmado con el juego y se levantaba de su asiento cada vez que algún jugador cometía una falta o era sancionado. A su lado, Mónica se limitaba a calmarlo y a decirle que estaba haciendo el ridículo. De vez en cuando miraba a Elizabeth y ponía cara de fastidio. Parecía que no disfrutaba del partido con la misma euforia que su marido.

Harry y Elizabeth estaban sentados junto a sus vecinos pero ella notó, casi de inmediato, que lo que menos llamaba la atención de él era el partido; ni siquiera había celebrado los dos goles. En cambio, continuaba con su rol de novio perfecto y su brazo se extendía sobre el hombro de Elizabeth; era tan largo que sus dedos llegaban hasta allí donde nacían sus senos. Ella temía que él pudiera sentir cómo su corazón había comenzado a palpitar alocadamente dentro de su pecho. Su mano no se movía, pero el calor que emanaba traspasaba la tela gruesa de su sudadera y le quemaba la piel.

Harry estaba atento a la multitud que había asistido a ver el partido, pero no olvidaba dónde estaba su mano. Tuvo que reprimir varias veces el impulso de acariciar la curva de su cuello para luego sujetarla del rostro con suavidad y besarle la boca.

Se dijo que lo hacía por el simple hecho de no levantar sospechas con sus vecinos. En el edificio, todos creían que eran novios y era mejor que continuaran creyéndolo. Sin embargo, por más que se engañara, sabía que lo hacía porque quería hacerlo, porque cualquier excusa era buena para estar cerca de Elizabeth.

De repente, un niño que sostenía un enorme vaso de refresco de cola llamó su atención. Tenía el cabello rojizo y llevaba una sudadera de los Falcons; coincidía con la descripción del niño que había entregado la caja. Siguió buscando entre la multitud, pronto descubrió que no era el único niño pelirrojo dentro del pequeño estadio. Contabilizó cuatro en total, pero solo dos llevaban la insignia del equipo que iba venciendo.

Elizabeth notó la expectativa en el rostro de Harry; sabía cuál era su verdadera misión al asistir a aquel partido.

—Vuelvo en un momento —le dijo y se puso de pie.

Elizabeth no tuvo más remedio que quedarse sentada en la grada a esperarlo. Lo observó mientras se alejaba y caminaba hacia la grada ubicada frente a ellos. Se acercó a una mujer que estaba acompañada por un niño pelirrojo. Desde allí vio que Harry le mostraba su placa y el rostro de la mujer se puso pálido. Luego se dirigió al niño y, después de hablar un momento con él, los dejó que siguieran disfrutando del partido.

A juzgar por la expresión en el rostro de Harry, aquella charla no había sido positiva.

Lo vio dirigirse hacia otra grada ubicada a un costado y acercarse a otro niño pelirrojo; éste, como el anterior, llevaba una sudadera de los Falcons.

Estaba acompañado por un hombre que Elizabeth supuso sería su padre. Una vez más, Harry sacó su placa y después de intercambiar algunas palabras con el niño y con el hombre sentado junto a él, se alejó y regresó a su lugar. Esa vez su rostro denotaba satisfacción.

—¿Has tenido suerte? —preguntó Elizabeth mientras se sentaba junto a ella.

—Sí, el segundo niño con el que he hablado es el mismo que entregó la caja en tu casa. Irá mañana mismo a la comisaría para que lo interroguemos y para ver si reconoce a Jack Gordon —le informó y la tomó de la mano.

—Harry, ¿es realmente necesario? —Elizabeth miró sus manos unidas. Él la miró y luego observó con el rabillo del ojo a Mónica y a su marido.

—Debemos hacerlo, cariño. —Esbozó una sonrisa seductora—. Considéralo como parte de mi trabajo.

Trabajo. Elizabeth lo sabía, ella siempre había formado parte de su trabajo, sin embargo, escucharlo de sus propios labios era mucho más doloroso aún. ¡Y ella que creía que existía un vínculo especial entre ellos!

Nomeolvides | H.S.Where stories live. Discover now