Capítulo 25: Parte 2

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Harry supo que habían llegado demasiado tarde. No había señales de Elizabeth; solo estaban Sam y Otelo II que retozaban en el suelo del salón comedor.

—¿Crees que estará con él? —Rachel podía percibir y comprender la expresión de desesperación que traía su compañero desde que habían abandonado la jefatura.

Harry corrió hasta la terraza y se asomó al balcón. ¡Los policías que vigilaban el edificio! Ellos seguramente debían de haber visto algo.

—¡Bajemos! —dijo y pasó como una ráfaga al lado de Rachel.

En unos cuantos segundos estaban cruzando la acera.

—¿Han visto a Elizabeth? —preguntó y se apoyó en la ventanilla abierta.

El oficial que ocupaba el asiento del conductor movía sus mandíbulas de un lado a otro al compás de su goma de mascar. Luego asintió nervioso.

—Sí —balbuceó—. ¿Qué sucede, detective? Ha salido con el periodista ese, el que cojea.

El puño cerrado de Harry se estrelló con fuerza contra el techo del automóvil.

—¡Maldición!

El temor le provocaba un dolor palpitante en el pecho. Había logrado dar, por fin, con el hombre que la había secuestrado y en el preciso momento que ella estaba bajo su poder otra vez. Se la había vuelto a llevar, bajo las narices de todos; se había ganado su confianza y la había engañado para terminar con lo que no había podido concluir cuatro años atrás.

Sintió el brazo de Rachel sobre su hombro y supo que estaba tratando de tranquilizarlo, pero sus palabras le sonaban lejanas y retumbaban en su cabeza. En su mente solo existía espacio para Elizabeth en aquel momento. Una punzada de dolor le atravesó el pecho. Agachó la cabeza y cerró los ojos. ¡Por Dios! Si le sucedía algo a ella no podría soportarlo.

—Harry...

—¡Es culpa mía, Rachel! —gritó y apretó con fuerza los puños—. ¡Debería haberlo sabido!

Rachel lo obligó a que la mirara a los ojos.

—Harry, no te culpes. Todo este tiempo has cuidado de Elizabeth y te has preocupado por su seguridad; jamás podrías haber imaginado que ese sujeto llegaría hasta el punto de meterse en tu propia casa y jugar al reportero con ella. —Le acarició la mano que seguía tensa—. Nadie podría habérselo imaginado; no pierdas tu tiempo culpándote.

Él la miró. Tenía razón, no valía la pena. Debía concentrar todos sus esfuerzos en encontrar a Elizabeth antes de que fuera demasiado tarde. Aunque la culpa y la ansiedad le carcomieran el alma debía pensar como policía y actuar con inteligencia.
El hombre enamorado, en aquella situación, debía quedar relegado a un segundo plano.

—Vayamos a la comisaría y averigüemos todo sobre Peter Franklin —dijo resuelto. Rachel asintió y mientras Harry caminaba raudamente hacia el Mustang ella les dio instrucciones a los oficiales que montaban guardia para que los siguieran.

(...)

Lo primero que notó Elizabeth, mientras él la arrastraba hacia el interior de uno de los edificios que ocupaban aquella manzana, era que Peter Franklin caminaba sin ninguna dificultad. Su cojera solo había formado parte de su actuación. Se había presentado ante ella, representando el papel del reportero interesado en escribir una historia basada en su vida. Se había acercado y, poco a poco, había logrado entrar en su mundo hasta esperar a la ocasión perfecta para volver a tenerla.

Elizabeth se maldijo en silencio por no haberlo reconocido, por no haberse dado cuenta de quién era él en realidad. Nunca le había visto el rostro a su secuestrador, pero había escuchado su voz mientras la había mantenido cautiva en aquella cabaña. Y cuando volvió a llamarla «Lizzy», fue cuando pudo reconocerla.

Nomeolvides | H.S.Where stories live. Discover now