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Terminé de sacarle filo a uno de mis cuchillos y lo guardé en mi bota. Me tiré hacia atrás en el sillón para descansar, pero sentí ruidos en la puerta.


Un niño entró a la casa, revisando el lugar con la mirada, hasta llegar a mí. Levanté mi arma y él también me apuntó con la suya. Detrás de él, ingresó un hombre de gran barba. Pasé mi objetivo desde el niño hacia él, que levantó las manos en señal de paz, pero el pequeño seguía apuntándome.

— Bájala, Carl. — fruncí mi ceño al ver que no dejaba la pistola en su estuche. — Carl. —habló con un tono de reprimenda y el niño lo miró enojado.

 —habló con un tono de reprimenda y el niño lo miró enojado

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— Escúchalo, chico, se ve como un hombre sensato. — lo señalé con el arma.

Mis ojos no se movían de su pistola. No la guardaría hasta saber que no eran una amenaza.

— No lo haré hasta que ella lo haga.

— No estaré aquí todo el día, así que por favor, deja el arma en tu cinturón. — con mi voz más seria y con mi mirada sobre él, el niño guardó el arma, por lo que pude bajarla. — Cierren la puerta.— ordené.— No quiero un montón de muertos en la sala. — el hombre de barba lo hizo. — Necesito que me entreguen todo lo peligroso que tengan — hablé tranquila, y el chico dejó de caminar y me miró mal, en cambio el mayor cedió y me entregó su pistola y un cuchillo.

—¿Es en serio? — soltó el pequeño.

— Claro que es en serio. — su actitud estaba empezando a molestarme y no llevábamos ni tres minutos en el mismo lugar.— No dejaré que des un paso más hasta que las tenga en mi mano.

— Sólo entrégale las malditas armas, Carl. — el hombre se apoyó un poco en la puerta. Mirando hacia otro lado, sacó el arma de su estuche y me la tendió.

— Ten cuidado, niño. Da un paso en falso y no saldrás de aquí.— por supuesto que había ido muy lejos al amenazar a alguien menor, pero él se veía más peligroso para mí, que yo para él.

— ¿Es seguro aquí? — el niño, ahora llamado Carl, pasó de mí y revisó uno de los pasillos.

— Oye. ¡Oye! ¿A dónde crees que vas? — lo seguí, enojada. Era el colmo que irrumpieran en el lugar donde me refugiaba e hicieran lo que quisieran.

— ¡Carl, ven aquí! — el hombre se veía lastimado, pero alzó la voz frente al chico.

— ¡Oye, idiota! ¡Oye, imbécil! — él se dio vuelta y comenzó a golpear la pared con su puño, mientras veía fijamente al hombre. Levanté la cejas al ver el tono en el que hablaba.

— Cuida tu boca. — me quedé callada, viendo su pequeña discusión.

— ¿Estás bromeando? Si hubiese alguno, ella no estaría aquí. — se dirigió a la cocina de la casa. Vi como el hombre lo seguía, cojeando un poco y con su ojo izquierdo algo cerrado, quizás por un mal golpe.

𝐋𝐎𝐘𝐀𝐋𝐓𝐘 || 𝙳𝚊𝚛𝚢𝚕 𝙳. /𝙽𝚎𝚐𝚊𝚗 𝚂.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora