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Llamé a la puerta y esperé por una respuesta.

Pasa.— la voz de Tara rompió el silencio.

Con cuidado, entré a la habitación.

— Hola, dormilona.— le sonreí. — ¿Cómo estás hoy?

Me acerqué a su mesita de noche y coloqué unas flores frescas en el florero que Rosita había traído.

— No tienes que hacer esto cada día, Amy.— dijo cuando vio las coloridas flores.

— Te levantan el ánimo.— la miré. — Además, ya pronto estarás bien, ¿a quién le llevaré flores?

— Bien, tú ganas.— se acomodó en la cama.

Caminé hacia la ventana del cuarto y abrí las cortinas en su totalidad, dejando entrar la luz del sol.

Extraño a Noah.— habló casi en un murmullo.

Mi cuerpo se tensó al oír su nombre y bajé mi cabeza, soltando un pequeño suspiro.

La muerte de Noah me había afectado mucho más de lo que creía, pero intentaba mantener oculta mi tristeza entrando a la habitación de Tara cada mañana con una sonrisa.

La tristeza no servía para curar heridas.

— Lo sé, nena.— me giré para verla una vez abrí también la ventana.— Yo también.

Tara se pasó una mano por el rostro, limpiando una lágrima que cayó por su mejilla.

— Él no merecía lo que pasó.— negó con lentitud.— No lo merecía en absoluto.

— Claro que no, era un buen muchacho.

Me senté en un costado de la cama y tomé una de sus manos, apretándola con fuerza, tratando de darle ánimos.

— Me duele la cabeza.— se quejó después de un rato.

— Mejor vuelve a acostarte.— la ayudé a meterse nuevamente bajo las sábanas.— Si te mueves mucho vas a marearte.

— Gracias.

— Eres mi hermana, no tienes que agradecer.— sus comisuras se elevaron.— Tengo que hacer algunas cosas, pero si necesitas algo, sabes que Rosita está en casa, ¿bien?

— Ve, tranquila.

Me levanté con cuidado de la cama y miré a Tara una última vez antes de salir de la habitación.

— Hola, niña, ¿cómo está ella? — Abraham señaló la habitación.

— Mejor.— respondí y me pasé una mano por el cabello.— Lo que sea que hiciste para salvarla, ayudó mucho a la herida.— me dirigí a Eugene.— Gracias.

— Solo hice lo que tenía que hacer.— asintió. — Ella es importante para todos.— apreté mis labios y asentí.

— No puedo creer que casi la perdemos también. — Rosita suspiró.— Le llevaré el desayuno.— se puso de pie.

Tomé mi bolso del sillón y lo puse en mi hombro, dirigiéndome a la puerta.

— Los veo luego.— me despedí.

𝐋𝐎𝐘𝐀𝐋𝐓𝐘 || 𝙳𝚊𝚛𝚢𝚕 𝙳. /𝙽𝚎𝚐𝚊𝚗 𝚂.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora