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14/02/2000. 📍 CANADÁ - TORONTO.
EL DIA DE SAN VALENTÍN, un día especial para aquellos amantes del romance, y la genuina amistad, o para otros, era un día sin ninguna importancia. Para la ironía de la vida, Número Cinco se encontraba partidario de ambos grupos, en cambio, su "amada", era una ciega romántica, y desde el momento, en que sus orbes doradas observaron en el calendario, aquel corazón rojo que rodeaba el número 14, su sonrisa emitió un brillo, aún más fuerte que el de sus ojos.
Bernadette Hargreeves, de ahora unos 10 años, era un dulce niña que desbordaba amor por todas partes, los intensos abrazos que ofrecía a la mayoría de sus hermanos, los tiernos halagos que brotaban de sus labios sin ningún problema. Bernadette era un amor de niña, y aunque la academia no era un lugar muy agradable para nadie en realidad, aquella castaña lograba hacer de esta, un hogar.
Sus recién zapatos lustrados, se posaron sobre aquel piso de madera, era la última en llegar, como casi siempre, incluso Klaus, llegaba un par de minutos antes que ella. Se formó al último en la fila de 7, observando desde lejos los típicos pancakes que preparaba su madre para el desayuno.
—¡Feliz San Valentín a todos!—dijo luego de un silencio demasiado largo. Era lo usual que a la hora de cualquier comida, estaba estrictamente prohibido las charlas, y aunque los hermanos quisieran entablar una pequeña conversación antes de que su padre llegará, sería casi imposible, Reginald aparecía casi de imprevisto, y si no los encontraba con una postura correcta y en total silencio, el castigo que les esperaría sería severo.
Ninguno contestó aquel saludo de Número Ocho, Número Uno y Número Dos, fruncieron el ceño, y los demás agacharon la cabeza cuando los pasos de su padre comenzaron a acercarse, la ojidorada inmediatamente se entristeció, al parecer lo que ella consideraba un día especial para ella y sus hermanos, solo era un tonta expectativa.
