Capítulo 22

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Después de diez largos días de viaje, Dean llegó tarde, el ejército seyren ya estaba luchando contra el ejército de los araucis. Y era cierto lo que había escuchado, el ejército de los seyrens estaba mucho más fuerte que el de su pueblo. Tenía más hombres y mujeres, con mejores superpoderes, Dean, desde la distancia, alcanzó a sentir algunos poderes que le parecieron terroríficos y eso que él había visto de todo.

Pero nada estaba perdido todavía, suspiró hondo, llevaba un tiempo sin luchar, viviendo como un maldito ricachón en la Nación Villana, mientras todo a su alrededor se desplomaba. ¿En qué había estado pensando? No había tiempo para cuestionamientos, corrió lo más rápido que pudo, invocó sus clones y entró en la batalla.

Era fácil distinguir a los seyrens, con su ya conocido uniforme azul, asesinó a varios, usando a sus clones y a sí mismo. Luchó como nunca antes, luchó con vocación de salvar a su pueblo. Luchó como cuando pertenecía al ejército de Len.

Los seyrens habían llegado al pueblo y estaban causando estragos. Dean pudo ver a un niño pequeño corriendo asustado y a un grupo de seyrens persiguiéndolo. Fue más fuerte que él, no pudo seguir concentrado en la batalla y dirigió todos sus clones a acabar con esos seyrens. No permitiría que nadie saliera lastimado ni secuestrado. Lo que le había sucedido a él no debía repetirse. El niño, observó la masacre desde una esquina, aún aterrado cuando Dean se retiró victorioso y volvió a la batalla central.

No fue fácil ganarles a los seyrens, pero después de un día y una noche de resistencia, el ejército invasor se retiró. Dean también lo hizo, no quería que ningún araucis lo reconociera, no quería que lo llamaran traidor o algo así como había hecho Murt la primera vez que él volvió. Porque ahora tendrían razón, porque él se había ido voluntariamente y los había abandonado.

Se retiró a las afueras del pueblo, llegando al límite con la frontera con los seyrens. Desde allí podría verlos en la distancia y evitar que atacaran Araucis. Gracias al entrenamiento de Rash, sabía cómo construir un campamento improvisado para pasar la noche.

Efectivamente, los seyrens volvieron a atacar reiteradas ocasiones, y en todas esas ocasiones, Dean los detuvo.

Con el paso de los días luchando, Dean comenzó a cansarse, y por eso, comenzó a fallar en sus ataques, recibiendo más daño del necesario. Sus clones eran poderosos, pero solo eran veinte, y muchas veces no alcanzaban para frenar un ejército. Fue entonces cuando comenzó a pensar en la posibilidad de usar su dinero para contratar soldados que pelearan para él, pero ir a reclutarlos significaría dejar la frontera descuidada por unos días. No podía hacer eso.

***

Mientras tanto, el pueblo de los araucis había tenido tiempo para reconstruirse y fortalecerse. Se rumoreaba de un misterioso protector encapuchado que había ayudado a frenar la invasión seyren.

—¡Me salvó! ¡Me salvó a mí! –contaba un chico, en el colegio—. Pude verlo a los ojos, usaba lentes.

—Eso es mentira –le respondió un compañero—, las personas con lentes no luchan bien.

—¡No tiene nada que ver! –una chica con lentes empujó a quien acababa de decir esas palabras.

Lo cierto era que varias personas tenían anécdotas diferentes de cómo lo habían visto luchar, y diferentes descripciones físicas, ya que los clones de Dean tomaban una apariencia mezclada con los rasgos de las personas que copiaban sus poderes. Lo más misterioso de todo era que distintas personas aseguraban, convencidísimas, de haber visto al protector encapuchado en diferentes lugares a la vez.

—Esto solo puede tratarse de un milagro –comentaban algunos ancianos—, estas semanas han sido muy pacíficas, es raro que los araucis tengamos tanto tiempo de tranquilidad.

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