Capítulo 23

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Después de varios combates seguidos, Dean comenzaba a cansarse físicamente. Temía que su cuerpo no rindiera como en sus tiempos de mayores victorias, pero nunca antes había luchado solo contra todo un ejército, y mucho menos tantas veces seguidas. Los seyrens parecían estar empecinados con conquistar Araucis, y si él se distraía, ellos harían lo peor con su pueblo. No podía darse ese lujo.

Una noche, el sonido de un vehículo en la lejanía hizo despertar a Dean, que había aprendido a esconderse en la naturaleza y a alimentarse de ella también. Siempre estaba alerta al más mínimo sonido, los seyrens eran tramposos, y habían intentado millones de trucos para ganarle, claro que sin éxito, él era el mejor.

Dean se escondió en la maleza, ¡eran varios vehículos! ¡No podía permitir que entraran a Araucis! Ni siquiera que se acercaran, invocó sus clones y se apresuró a detenerlos. Pero claro, no fue nada fácil, los vehículos, que eran jeeps, iban a velocidades muy altas, sin contar los helicópteros, inalcanzables para Dean a menos que pudiera copiar algún poder volador.

Y contra cada Jeep que luchaba, le lanzaban unas bombas de humo que al principio no entendió muy bien su propósito, hasta que los escuchó gritar:

—¡No desperdicien las bombas de humo! ¡Solo funcionarán con el original, no con los clones!

—¡No podemos saber cuál es el original!

Bien, solo sabía que su versión original debía cuidarse de esas cosas, mientras luchaba contra varios soldados que habían comenzado a llegar a pie, y al mismo tiempo evitaba detener la mayor cantidad de Jeeps. ¡Rayos! ¡Sus clones no eran suficientes!

El ejército Araucis, al ver que tantos helicópteros y Jeeps se acercaban a su territorio, salió en defensa de su pueblo. Dean sintió alivio al escucharlos llegar en la lejanía, pero se distrajo y en ese momento, una bomba de humo fue a parar muy cerca de donde él estaba, intentó contener la respiración y escaparse de la zona cuanto antes, pero al parecer un poco aspiró, porque comenzó a sentirse debilitado, al igual que sus clones. ¿Qué era esa cosa?

Un disparo le pasó rozando al Dean original, ¡eso había estado cerca! ¡Tenía que estar más alerta! Pero poco a poco sentía cómo sus reflejos se debilitaban. Entonces un nuevo disparo le dio en una pierna, ¡rayos!

—¡Ahí está! –escuchó que gritaron—. ¡Ese es el original!

¡Oh no! Esto nunca le había pasado, ¡qué poco profesionalismo de su parte! De inmediato sus clones llegaron para protegerlo de los ataques, pero ya no era tan fácil camuflarse entre ellos, ya que él era el único que estaba en el suelo. Y aunque se puso de pie y caminó, era el único que rengueaba.

Estaba acabado. Era su fin. Ese ejército tenía más soldados de los que él podía mantener a raya. ¡No podía ser! ¡Él era el mejor! ¡El invencible Dean! ¿Qué estaba pasando? Sus clones comenzaron a desvanecerse uno a uno. ¿Qué? Por más que lo intentara, no podía mantenerlos activos. Probablemente esa bala seyren no era simplemente una bala y tendría algún tipo de veneno.

—¿Asustado? –le preguntó un seyren—. Veamos qué tan fuerte eres sin tus famosos poderes.

¿Sus poderes? ¿Acababan de anularle los poderes? Efectivamente eso habían hecho esos cobardes, quitarle los poderes. Pues no se iba a dar por vencido. Dean se disponía a luchar cuerpo a cuerpo, tenía un cuchillo y no iba a dudar en usarlo. Pero los seyrens tenían armas y un simple disparo hubiera bastado para acabar con su vida en ese mismo momento.

Por suerte, alguien llegó a su rescate, asumió que se trataba de soldados araucis, comenzaba a ver borroso.

—¡Dean! –logró escuchar una voz gruesa, detrás de todo un ruido confuso de batalla. Alguien muy fuerte lo tomó de un brazo y lo subió a un Jeep, pero a un Jeep verde, a uno de los araucis—. Sabía que habías sido vos –le sonrió el General Len, mientras conducía el coche.

DeanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora