🍬Carta 19 y recuerdo

46 25 0
                                    

«Al unirnos podemos crear algo  único, ¿Lo ves?»
🍬

Hoy fue el mejor día de mi vida.

Recuerdo
Meses atrás

Al llegar la hora acordada, él llegó por mi, habló con mis padres y les agrado muchísimo.

—Nos vemos —dijo Santi sonriendo mientras se despedía de mis padres.

—Adiós Santiago, un gusto enorme conocerte —mi papá le dio un abrazo seguido de unas leves palmadas en la espalda.

—Hasta pronto, Santiago —habló ahora mi mamá sonriendo—. Siempre serás bienvenido en nuestra casa.

Después de despedirnos fuimos caminando hasta el parque, entre bromas, anécdotas y miradas.

El dibujo de su rostro iba hecho rollito en mi mochila, ¡No dejaría que lo viera antes de llegar!

—Valy, ¿Me lo mostrarías? —preguntó suplicante.

—Mmm —fingí pensar—. ¡No! —reí y saqué la lengua.

—¡Ven acá, pequeño caramelito andante! —me gritó al verme correr mientras reía.

Santi decidió llamarme así: "caramelito"

Se me hizo un acto muy lindo —y dulce— de su parte llamarme así.

—¡Alcanzame si puedes, Osito! —sentencie corriendo con más fuerza.

Y si, yo le digo "Osito", ya que Santi resultó ser una bolita de ternura con piernas.

Un sobrenombre muy original, ¿No? Sí, sé que no. No soy muy buena con eso de los nombres.

—Oh, bueno, tú lo decidiste —gritó corriendo tras de mí.

Al notar que se acercaba comencé a correr más rápido, o bueno, a lo que mis pequeñas piernas me dejaban.

—¡1, 2... voy por ti, caramelito! —seguía gritando y me hacía entrar en más nervios.

Corrí y corrí, cuando de repente sentí que flotaba, mis pies no tocaban el suelo y el mundo estaba de... ¿Cabeza?

—¡3, 4, te atrape! —dijo Santi—. Corres muy lento, caramelito.

Al alcanzarme me cargo en sus hombros, tal cual costal de papas y comenzó a mover sus dedos provocando grandes carcajadas en mí.

—Y-ya, Sa-Santi —decía retorciéndome sobre sus hombros como lombriz.

Él no me hizo caso, pero al verme totalmente roja decidió bajarme.

—¡Me matarás! —dije al estar de nuevo en el piso, aunque tuve que abrazarlo para no caer de lo mareada que me encontraba— ¡Ya no me vuelvas a arrollar así! —le dije cruzando mis brazos, haciendo un puchero.

Santiago me miró aún rojo por la risa.

—¿Cómo? —preguntó— ¿Así?

Dijo para luego volver a cargarme como costal en sus hombros y empezar a correr.

Mi chico de los ojos tristes © || En ProcesoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora