🍬Cajita de recuerdos

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«Recordar es volver a vivir.
Pero cuanto quisiera poder vivir en mis recuerdos, a tu lado»
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POV Valeria.
Actualidad.

—Esa vez pasé toda la noche llorando —recordé con nostalgia—. Y ahogue mi dolor, no con helado, si no con toneladas de dulces de limón.

Reí al recordar mi extraña forma de sobrellevar mi dolor.

—Fue muy difícil para mi —bajé la mirada hasta la carta—. Ésta fue la última carta que escribí, pero nunca pensé que mi vida cambiaría desde ese día.

Guardé la carta en el sobre correspondiente, y ordene todas las cartas que se encontraban esparcidas por toda la cama, para llevarlas nuevamente a la cajita.

—¿Se puede? —habló alguien del otro lado de la puerta y me alegré.

—¡Cyn! —dije anímicamente.

—¡Hola Val! —corrió hasta donde me encontraba sentada y me abrazo con suavidad—. Amiga, no sabes como lo siento, yo...

—Shhh, tranquila —le dije contendiendo mis ganas de llorar.

Nos separamos del cálido abrazo y mi amiga poso sus ojos azules sobre la cajita.

—Es la que le darías a Santi, ¿Verdad? —dijo rozando la tapa de ésta con las yemas de sus dedos.

—Si Cyn —suspire con pesadez—. Allí quedaron solo los recuerdos de lo que en el pasado fuimos.

Cyntia sonrió de lado y con rapidez esculco su bolso, sacando de el una pequeña bolsa.

—Son para ti —sonrió entregándome la bolsita—. Sé que te encantan.

Con alegría la abrí y me encontré con muchos dulces de limón.

Como los que le gustaban a él.

—Valery, ¿Qué sucede? —preguntó mi amiga asustada al verme llorar.

—No, solo que estoy un poquito vulnerable —sonreí con tristeza—. Cada pequeña cosa me hace recordarlo. Esos dulces también eran sus favoritos.

Ella se cubrió el rostro y halo su cabello con frustración.

—Amiga, yo no lo recordaba —me miró apenada.

—No te preocupes, gracias por traerme éstas delicias —reí bajito—. Te quiero tanto, Cyn —dije abrazándola.

—¡Y yo a ti! —correspondió mi abrazo.

Estuvimos así un rato, abrazadas sin hablar, hasta que un fuerte dolor en mi estómago y cintura me hicieron soltar el abrazo.

—¡Ay! —me queje, el dolor cada vez era más intenso.

—¿Qué tienes, Valeria? —Cyn se paró de la cama y me miró con angustia— ¿Llamo a tu mamá?

—No... no es necesario, ya pasará —sonreí a medias sosteniendo mi cintura con las manos.

Mi amiga no muy convencida asintió y se volvió a sentar a mi lado.

Mi chico de los ojos tristes © || En ProcesoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora