🍬Carta 9

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«Cada una de tus lágrimas me entristecen»
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Santi, hoy llorabas.

Cuando salí de clases ya era muy tarde, por eso los pasillos estaban vacíos.

Caminé despacio con mis audífonos puestos, pero mi mirada captó tu silueta.

Salías de la dirección tal cuál rayo.

¿Yo qué hice? Seguirte.

Mi intuición me dijo que algo andaba mal, y no me extrañaría que Marcos estuviera involucrado.

Caminé tras de ti hasta encontrarte sentado bajo un árbol con la mirada baja.

Me acerqué lo más que pude y te vi llorando.

En ese momento mi sangre hirvió de coraje, ¡Te habían hecho algo!

Recuerdo
Meses atrás

Al verlo tan mal no pude quedarme indiferente, así que planee algo que a mi mente vino en ese instante —pero no me percaté de las consecuencias.

—Le diré al director todo lo que su hijo le hizo a Santi ayer —me dije convencida.

Comencé a trotar y pasé todo el pasillo con velocidad, pero al irme acercando reduje mis pasos y caminé con firmeza hasta llegar por fin a la dirección. Al entrar me encontré al director sentado en su silla. Tan imponente y helado como siempre.

Todos siempre lo asemejan con un «iceberg» y sí, tiene sentido ese sobrenombre.

—Bue-buenas tardes, direc-tor —salude con nervios. Mi voz salió tan temblorosa que estuve a punto de darme una merecida palmada en la frente.

La mirada firme del señor frente a mi me hizo estremecer.

Sus ojos azules eléctricos, idénticos a los de su hijo, tan profundos e indescifrables. Su cabello rubio casi cenizo y esas arrugas entre las cejas que sin querer, me hacían estremecer de temor.

—¿Qué necesita, señorita Brown? —dijo con voz gruesa.

Recuerdo la única vez en que Marcos me llevó a su casa. Su padre estaba en el despacho atendiendo asuntos de la Universidad, ni siquiera al ver llegar a su hijo se movió de ahí. Es realmente un obsesivo al trabajo.

—Emm, y-yo —tartamudee.

¿A donde se fue mi valor? Creo que se quedo descansando en mi cama esta mañana, recostado en mi almohada de Minnie y cubierto con mi ponchito de florecitas.

Suspire recobrando fuerzas. Debía hablar por Santi.

Estuve a punto de abrir la boca y decirle todo lo que Marcos le hizo a Santiago en la cafetería, cuando alguien me interrumpió.

—Vino a buscarme a mí, papá —salió Marcos de una puerta— ¿Verdad?

Al volver a verlo mi enojo subió en gran manera, pero no tuve alternativa, sabía que si Marcos estaba presente él haría todo lo que estuviese en sus manos para que Santi saliera aun más perjudicado, y él quedaría con las manos limpias y libre de castigo.

—Si —dije rodando los ojos con fastidio.

—Humm, bueno —dijo el director alzando una ceja—. Váyanse y no me quiten más el tiempo, necesito seguir trabajando.

Los dos asentimos y salimos de la dirección.

Marcos sacando a flote su cinismo pasó su brazo por mi hombro y acercó mi cuerpo a él con fuerza.

—¿A qué venías? —preguntó arrogante— ¿Volvías a defenderlo?

No respondí y empuje con fuerza su agarre.

—Ay Valeria, sigues siendo la misma infantil y tonta de siempre —me dijo sonriendo, pero no de una forma linda—. Por eso te dejé.

Cerré los ojos y comencé a caminar más rápido sin hacerle caso a sus palabras. No permitiría que con ellas derrumbara lo que he logrado hasta ahora.

—¿Por qué lo haces, Valeria? —preguntó en un gritó por lo que detuve mis pasos, en su voz se notaba un hilo de dolor—. ¿A caso tú...?

Dejó la palabra en el aire. Y no respondí.

—Lo sabía, te gusta —dijo pasando su mano por su cabello rubio con frustración, y dando largas zancadas me alcanzó.

—¡Sólo deja en paz a Santi! —grité sin aguantar—. No diré nada de lo que le hiciste ayer, solo déjalo en paz de una vez, por favor.

Él me miró directo, sin apartar ni un segundo su mirada de la mía. En sus ojos se notaba dolor y rabia al escuchar mis palabras.

—Marcos, él ni nadie merece que lo trates de esa forma. Yo sé que tú...

—¿Qué soy una buena persona? Ay Valeria, tú no me conoces —dijo con dolor, y en un descuido paso sus dedos por mi mejilla—. Pero está bien. No dices nada y lo dejo en paz.

Dudé al inicio, luego asentí rendida, viéndolo directo a los ojos.

Fue extraño, esa mirada oceánica que antes me hacía suspirar, hoy no causaba nada más que una punzada en mi corazón, al recordar lo cruel que fue conmigo.

—Valeria, ¿Tanto te interesa ese infeliz? —me miró fijo y acarició mi cabello, pero yo empuje su mano.

—Solo... solo déjame en paz, por favor —susurre sin aliento—. Déjanos en paz.

Él apretó los labios y se quedó inmóvil en su lugar, mientras yo comencé a correr hasta donde vi antes a Santi llorando, pero al llegar ya no estaba.


—Santi, espero estés bien —susurré.

Fin del recuerdo

Santi, tuve que hacerlo. Si decía algo no saldría nada bueno y tú serías perjudicado.

Yo sé en el fondo que también ibas a contarle todo al director, pero Marcos lo arruinó.

Pero no te preocupes, ¡Ya nunca te hará daño, mi Santi!

Por favor, ya no llores. Yo estaré contigo, prometo estarlo.

Hasta mañana,
Mi chico de los ojos tristes.

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Los quiere, Kaiby
<3

Mi chico de los ojos tristes © || En ProcesoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora