XIII

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Pero la muy valiente no se movió, no dijo nada, saco otro cigarrillo y lo prendió, mientras tomaba la botella y le daba un trago, fumo enseguida y su humo nos lo arrojo en la cara –Yo soy las tres combinadas en una, soy casi perfecta, así que no, no me iré, por el contrario dejaré que disfruten de mi presencia y estemos todas juntas como si siempre hubiera sido así, lo, pero que le puede suceder a otra mujer es que le guste el mismo hombre que a una que conoce porque entonces pasan de ser mujeres a rivales y buscar el amor a cometer crímenes estúpidos, así que no, hoy no quiero saber nada de Dan, de sus idiotas o del don juan que las volvió tan perras, vamos beber a fumar y cantar, quizá terminemos desnudas y enamoradas o quizá llorando y maldiciendo aunque dije no querer hablar de hombres o quizá nos demos cuenta por fin  de que somos lo suficiente para no andar mendigando amor, no sé la verdad no sé qué pasa ni me importa, esta noche es de nosotras y de nadie más.

Creo que jamás habíamos tenido una noche así, no sé qué sucedió o que nos dio pero nos sentimos libres, lejos de cualquier desapego, descalzas en ropa interior cantando, fumando, haciendo y diciendo tonterías sin control, sin pena, sin pudor, las botellas de wiskhy se terminaron, arrasamos con sobrantes y cervezas, divertidas como nunca, más felices que siempre. A la mañana siguiente el sol que entraba por mi ventana abierta me despertó, unos gatos observándonos con tal extrañeza que sentí su mirada pesada, ¡Rayos! El departamento era un desastre, mi sosten colgado como bandera y mis pechos sueltos en la camiseta, Abril, Regina y Karen parecían vagabundos tirados a media banqueta, pero Diana no estaba, en cambio yo tenía una fuerte resaca, me levante como pude y fui al refrigerador, algo de beber debió haber sobrado, mi garganta se sentía irritada y mi cabeza casi explotaba, para mi suerte encontré un jugo a medio tomar, lo cual sólo me sirvió para evitar desmayarme, corrí a las habitaciones a buscar a Diana, pero no, no estaba, como toda buena ebria decidí verme al espejo para ver el daño de las noche, pero en su lugar de sombras escurridas y labial manchado, estaba en mi frente una palabra con delineador en letras grandes decía PERDEDORA en mi rostro, pero no me quedo más que reír era poco el precio por una noche así y quizá era una broma de Diana, hasta que intente saber la hora y buscando el teléfono de Dan no lo encontré, busque por doquier pero no, no estaba, ¿Ahora como le diría a Dan que su teléfono lo tiene la desquiciada del que él deseaba huir y yo lo iba a librar? Vaya en el lío en el que me metí y antes de que algo más sucediera decidí ir a casa de Dan, me puse lo primero que encontré y una coleta estilizo mi cabeza, los lentes de sol más obscuros y dinero para los chilaquiles de la resaca, no desperté a nadie y salí corriendo.

Después de una parada por un café y caminar 20 calles para sudar el alcohol decídi tomar un taxi, no tenía ni idea de que hora era, y ya no soportaba más el sol, lo único que deseaba era llegar con dan antes que Diana, seguramente tergiversaría todo a su conveniencia.

Estoy frente a su puerta y entre en pánico, ya no sé si quiero hablarle, total, el no conoce donde vivo y sin su celular no tendrá como buscarme, mudarme no estaría mal, o quizá desaparecer de la ciudad, unas vacaciones no me caerían mal, o también puedo teñirme el pelo y cambiar de nombre, creo que eso ya es legal. Y sí, no están locos pueden imaginarme decirme a mi mis todas esas cosas, balbuceando y haciendo caras a su puerta mientras me convenzo de no tocarle, pero en un descuido un repartidor toco la misma puerta que yo, ignorando que llevaba ahí parada antes que él. Abrieron la puerta y ahí estaba...

Elizabeth Santillan ©️
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FEMME FATALE-Disponible en FísicoWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu