✞ Capítulo 27.

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Unas semanas más tarde, a mediados del mes de junio, las cosas marchaban tan bien para el joven matrimonio que decidieron abandonar el caos de la ciudad por algunos días, y relajarse en la casa de campo de los Hartford

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Unas semanas más tarde, a mediados del mes de junio, las cosas marchaban tan bien para el joven matrimonio que decidieron abandonar el caos de la ciudad por algunos días, y relajarse en la casa de campo de los Hartford.

Daisy pasó todo el camino desde Birmingham hasta Cheshire platicando sobre lo mucho que disfrutaba de la finca de su familia, donde había pasado la mayoría de sus veranos. Thomas no podía culparla por su entusiasmo; vivir en la ciudad tenía sus beneficios, pero ninguna mansión en el centro incluía un jardín de cincuenta hectáreas, un lago y una caballeriza, sin importar cuánto dinero tuvieras.

El sábado al mediodía, una vez que acabó con el montón de llamadas de negocios que tenía pendiente, Thomas abandonó el despacho en busca de su esposa. La encontró en el jardín, sentada sobre el césped a la sombra de un gran árbol de olmo.

Tenía puesto un vestido rosa pálido con un montón de pequeñas flores bordadas; la ligera tela le llegaba hasta apenas por debajo de la rodilla, y el escote recto, acompañado de mangas abullonadas, dejaba al descubierto sus hombros. Se había quitado algunos mechones de cabello de la cara, sujetándolos en un pequeño retorcido con un moño blanco. 

—¿Quieres compañía? —le preguntó al acercársele.

—Por supuesto. Ven, siéntate. ¿Cómo está todo en Birmingham?

—Bien, al menos por ahora. ¿Qué estás haciendo?

—Nada, una tontería. —A su lado había dos canastas de mimbre, una cubierta por un paño de cocina, y otra repleta de flores de distintos colores. Sobre su regazo descansaba una corona de flores frescas que, al vérsela puesta, Thomas recordó que había usado una igual el día de su boda. En ese entonces, él le había prestado tan poca atención que las flores podrían haber sido de plástico y él no se hubiera dado cuenta—. ¿Cómo me veo?

Allí, con las mejillas sonrojadas por el abrasante sol de junio y la brisa veraniega sacudiéndole los rizos, se veía como la musa que había inspirado las pinturas más hermosas y las baladas más conmovedoras.

—Como un hada del bosque.

Eso alcanzó para hacerla sonreír de oreja a oreja, y procedió a quitarse la corona para ponérsela a él.

—¿Cómo me veo? —preguntó el contrario, dejándosela puesta por solo un momento antes de devolvérsela a su dueña.

—Como un príncipe. —La joven se la colocó nuevamente con gusto—. ¿Tienes hambre? Dotty nos preparó unos sándwiches.

Hizo a un lado el paño de cocina que cubría una de las canastas, y sacó de la misma dos emparedados cuidadosamente envueltos. Le entregó uno a él antes de coger los vasos y la jarra de jugo de naranja, que sin duda ya se había calentado.

—Deberíamos comprar una —dijo Thomas, mientras ella servía el jugo.

—¿Una jarra?

—Una casa.

UNHOLY ✞ Thomas Shelby [Peaky Blinders] Where stories live. Discover now