✞ Capítulo 13.

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Thomas cogió en brazos el cuerpo inconsciente de su esposa, que yacía inmóvil sobre el césped húmedo, encima de su chaqueta, y comenzó a correr, tan rápido como sus piernas se lo permitieron

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Thomas cogió en brazos el cuerpo inconsciente de su esposa, que yacía inmóvil sobre el césped húmedo, encima de su chaqueta, y comenzó a correr, tan rápido como sus piernas se lo permitieron.

Era una noche invernal típica de comienzos de año, pero no fue el viento gélido que soplaba ni los copos de nieve que caían lo que erizó la piel desnuda de su torso, dándole escalofríos, sino el cuerpo de Daisy presionado contra su pecho, tan frío como el de un cadáver.

El esfuerzo de cargar con ella y correr al mismo tiempo, acompañado por el rápido transcurrir de los minutos, dejó una fina capa de helado sudor sobre su cuerpo, y pronto comenzó a llevarse lo mejor de sí mismo, dejándolo débil y agitado, pero no se detuvo.

No volvió a chequear el pulso de Daisy, no se atrevió. No quería descubrir que, quizás, lo que llevaba en brazos ya no era su esposa, sino solo el cuerpo que ella había dejado atrás.

En medio del silencio de la noche, donde no se oía más que su errática respiración, y la oscuridad del camino, apenas atenuada por el brillar de la luna, Thomas oyó el sonido del motor de un automóvil y distinguió el brillar de sus faros aún a la distancia. Evidentemente, sus invitados habían comenzado a escapar de la mansión. Aquél podía ser el primer vehículo, pero definitivamente no sería el último.

Los frenos del coche chirriaron contra el pavimento cuando se detuvo de sopetón junto a ellos. En él se encontraban Polly detrás del volante, con Ada, el pequeño Karl y Alice a su lado. En el asiento de atrás estaba Finn, amontonado entre tres jovencitas y una señora que Thomas no conocía, pero probablemente eran familia de su esposa.

—¡Oh, por el amor de Dios! —La madre de Daisy bajó del vehículo y se abalanzó sobre ellos, casi haciéndoles perder el equilibrio—. ¡Mi hija, mi bebé! ¡Oh, mi pequeño ángel! Mamá está aquí, Day, mamá ya está aquí, cariño...

—¿Qué sucedió? —preguntó Polly, por encima del histérico llanto de Alice.

—Estábamos yendo al hospital cuando el coche se averió. Daisy perdió el conocimiento, y...

—¡Está viva! —gritó Alice, con dos dedos presionados contra el cuello de su hija, y el oído sobre su corazón—. ¡Aún está viva!

Lo más parecido a una oleada de inesperado alivio inundó a Thomas, que se giró hacia las cuatro mujeres en el asiento trasero.

—¿Alguna de ustedes está herida? —inquirió, y todas negaron al unísono—. Bien. Entonces bájense. Súbanse al próximo coche, seguro que no tarda en llegar. —Se mantuvieron inmóviles, observándole por un momento como si no estuvieran seguras de haberlo oído bien—. ¡Les he dicho que se bajen! —repitió Thomas, en un grito que pareció sobresaltarlas—. No hay espacio para todos, y es mi mujer quien recibió cuatro putos disparos. ¡Abajo!

Edith, la tía materna de Daisy, no vaciló un momento más en obedecer, y se deslizó fuera del vehículo con el shock aún grabado en su mirada, seguida de sus dos hijas, Acacia y Margot, y Christine, la esposa de Charles. Thomas subió al asiento trasero con su esposa aún en brazos, y Polly no perdió un segundo en acelerar el automóvil, dejándolas atrás.

UNHOLY ✞ Thomas Shelby [Peaky Blinders] Where stories live. Discover now