La fiesta se había salido un poco de control, pero a nadie parecía importarle. La música sonaba, el alcohol fluía, y la gente se divertía bailando intoxicada sobre cualquier superficie horizontal; las mesas, las sillas y hasta las barras se encontraban repletas de jovencitas moviéndose al son de la canción.
Con una copa del champagne más fino en una mano, Daisy observó a su hermano Joseph aspirar una línea de cocaína a través de un billete doblado de manera tal que formaba un cilindro mientras Arthur utilizaba las navajas cocidas al interior de su boina para crear otra fina línea y proceder a esnifarla.
—¿Quién quiere? —preguntó, tocándose la nariz sin parar.
—Solo una. —John cogió el billete que Jo le ofrecía y se inclinó sobre la mesa ubicada en medio de los asientos.
Francis negó. —Tal vez luego.
Daisy apartó la vista. —¿Estás bien, Tom? —dudó, dirigiéndose al contrario a su lado.
—Sí, ¿por qué preguntas?
—No lo sé, te ves un poco... distraído, supongo.
—Muchas cosas en la cabeza.
—Entiendo —asintió, sin querer presionarlo—. Pues yo estaba pensando en Grecia, ¿qué opinas?
—¿Qué opino de Grecia? —repitió, notablemente confundido.
—Nuestra luna de miel —aclaró—. He estado dándole vueltas al asunto, sobre dónde iremos. Algún lugar cálido y soleado, lejos de la destrucción de la guerra. Tú y yo, solos en alguna islita al sur de Grecia, tumbándonos al sol, dándonos un chapuzón en el Mediterráneo...
—Suena bien —respondió, pero no parecía estar prestándole demasiada atención.
—Perfecto. Septiembre, ¿verdad?
—Septiembre —asintió—. Todo esto ya habrá terminado para ese entonces.
Christine, que se encontraba sentada en una silla cercana, se inclinó sobre Daisy. —Mira quién vino —le murmuró en el oído.
La joven Hartford se giró hacia donde le indicaba su cuñada esperando encontrarse con Marianne, una vieja amiga de la escuela a la que había invitado, pero en su lugar se topó con la chica rubia que le había hablado en el baño de la ópera.
—No sé quién es —respondió Daisy, encogiéndose ligeramente de hombros—. Creo que ni siquiera me dijo su nombre. Ese debe ser su esposo —agregó, refiriéndose al hombre de pie a su lado.
Como si notara sus miradas encima con la misma facilidad con la que otras personas notaban un roce, la aludida alcanzó a verlas incluso a la distancia, y las saludó con un modesto gesto de mano que ambas correspondieron, pero nada más.
Thomas, completamente ajeno a tal interacción, rebuscó en el bolsillo interior de su chaqueta hasta dar con una cajetilla de cigarrillos. Cogió uno y se lo pasó por los labios, como Daisy había notado mucho tiempo atrás que siempre hacía antes de encenderlo.
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UNHOLY ✞ Thomas Shelby [Peaky Blinders]
Fanfiction❝Nunca hubo un cuento de hadas en el que un hombre peleara por su amada con más fuerza o desesperación de lo que Thomas Shelby pelearía por su Daisy.❞