✞ Capítulo 8.

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El fuego de la chimenea los había mantenido cálidos durante las horas más fría de la noche, pero, conforme la luna desaparecía en el firmamento y el sol ocupaba su lugar, anunciando un nuevo día, del fuego quedó poco más que una pila de cenizas en...

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El fuego de la chimenea los había mantenido cálidos durante las horas más fría de la noche, pero, conforme la luna desaparecía en el firmamento y el sol ocupaba su lugar, anunciando un nuevo día, del fuego quedó poco más que una pila de cenizas entre la madera chamuscada.

Daisy logró conciliar el sueño durante un par de horas, lo cual no fue sencillo, pues Thomas tenía los peores hábitos a la hora de dormir. Se movía constantemente, y también hablaba mucho; siempre parecía tener pesadillas.

Se despertó con el rostro helado, acurrucándose entre las mantas en busca de calor. Observó a su marido, que aún descansaba a su lado, y se encontró a sí misma pensándolo de una manera completamente diferente a la que acostumbraba.

Se veía muy distinto, yaciendo allí en silencio. Mientras dormía, sus fríos ojos azules no le observaban como si fuera el peor error que alguna vez cometió, y oír su pesada respiración era mucho mejor que oírlo tratarla como a una estúpida.

Casi sintió paz al verlo así, tan apuesto como le había parecido la noche que le conoció, cuando se acercó a ella como poco más que un desconocido con la intención de comprarle un trago. Una extraña sensación de tibieza llenó su pecho, trayendo con ella el repentino impulso de acercar su cuerpo al suyo, y buscar calor entre sus brazos.

Salió de la cama antes de que su necesidad de afecto la llevaran a hacer algo estúpido de lo que se arrepentiría. Hasta el momento, había soportado muchas cosas, pero no podría soportar el rechazo del hombre con el que debía pasar su vida.

Luego de una rápida visita al baño para lavarse la cara, y cepillarse los dientes y el cabello, bajó a la cocina para preparar el desayuno, con la ropa de cama aun puesta. Se sentía tranquila, más que en un largo tiempo. Con el sol asomándose fuera, y su marido plácidamente durmiendo arriba, las cosas no podían estar tan mal.

El lado derecho de la cama estaba vacío cuando Thomas despertó, apagando la alarma que chillaba sobre su mesa de luz. El melodioso canturreo de una dulce voz llegó a sus oídos en el momento en que puso fuera de la habitación, trayendo con él recuerdos poco gratos de amores pasados con su suave tararear.

Tiempo atrás, Grace solía cantarle de la misma forma en que Daisy lo hacía ahora, casi sin darse cuenta mientras se movía aquí y allá, haciendo el desayuno y bailando al son de su propia voz.

El parecido entre ambas, para su suerte, no iba más allá de los rubios bucles o los ojos esmeralda. Grace era alta donde Daisy era pequeña, hermosa donde Daisy era adorable, fuerte y decidida donde Daisy era sensible, sumisa y asustadiza.

—Buenos días.

Su saludo la tomó por sorpresa, demasiado ensimismada en sí misma como para advertir su presencia.

—Buenos días, Thomas. No te vi ahí. Siéntate, estoy haciendo wafles, ¿te gustan?

—Sí.

—Estarán listos enseguida. El agua en la tetera ya está caliente, si quieres prepararte el té.

UNHOLY ✞ Thomas Shelby [Peaky Blinders] Where stories live. Discover now