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Revolví distraídamente el pincho de plástico con la pequeña cereza clavada. El líquido en la delgada y refinada copa de Martini seguía casi intacto más que por un simple sorbo que le había dado. En realidad lo había pedido por aparentar, no era muy fan del alcohol, pretendía hacerme la interesante mientras esperaba.

—Hola guapa, ¿que te pongo?

No tenía nada más interesante que hacer, la otra opción era mirar el móvil y ya me había aburrido de ver Instagram y Twitter por lo que me distraje con el camarero hablando con la chica a unos metros de mi qué le sonreía coqueta.

—Me pones tú —le dijo atrevida poniendo una mano sobre la de él que estaba apoyada en la barra al otro lado.

Él río pero era una risa incomoda y forzada. Bajo la mirada negando divertido, supongo que estará más que acostumbrado a que le digan esas coses en un bar nocturno como este y el chico se ve muy atractivo.

—¿Y de beber no quieres nada? —pregunta de nuevo el camarero centrando la conversación.

—En realidad preferiría que nos viéramos después, ¿que me dices?

Le empezó a caricia el brazo hacia arriba arrimándose mucho a la barra. La madera es alta y aunque lleva tacones sus pechos quedan encima de la barra y con ese pequeño vestido apuesto a que le está enseñando todo.

—No se permite contacto con los clientes —le dijo con amabilidad.

—Nadie se va a enterar —le guiñó un ojo—. Podría esperar a que salgas y me acompañas a casa.

El camarero que ya no veía como librarse trató de sonreír incómodo.

Y con tanto descaro por parte de la chica sentí que me ponía roja hasta yo.

—Lo siento pero a mi novia no creo que le haga mucha gracia.

Ella hizo pucheros.

—Ella no tiene porqué enterarse.

Él apartó la mano sutilmente y se echó hacia atrás poniendo los brazos tras su espalda.

—Si no quieres pedir nada entonces no puedo hacer nada por ti.

La chica puso mala cara y terminó alejándose de vuelta con sus amigas que estaban bailando en la pista.

El camarero se apoyó hacia atrás en la barra mirando el techo y suspirando.

Yo aparté la vista mirando mi vaso y no pude contener la risa por lo sucedido y por la mirada cargada de odio de la chica al ser rechazada.

—¿Que te hace tanta gracia?

Di un respingo del susto al encontrarme al camarero ahora delante de mi apoyado en la barra. Casi me caigo del taburete del susto.

Trago saliva ante la mirada de ojos entrecerrados que me dedica y me trabo con mi propia lengua.

—Eh...yo...—balbuceo como idiota.

Me aferro al taburete en el que estoy sentada. No vengo mucho a este sitio pero los camareros se ven intimidantes, este no es el mismo chico que me sirvió el chico de antes era igual de alto y corpulento pero con los brazos llenos de tatuajes el pelo liso cayendo por su frente de forma despreocupada y lleva un piercing negro en la ceja y un arito en la oreja. Unos minutos después de servirme la copa se metió a través de la puerta que hay al lado de la barra donde solo es para personal y salió este otro chico a servir a la gente.

—No te preocupes si ha sido gracioso visto desde fuera —comenta relajándome—. Más te habrías reído si me hubiera tirado la copa en la cara.

—¿Te ha pasado antes? —tuerzo la cabeza sorprendida.

Red LightsWhere stories live. Discover now