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Hace ya semanas Christopher y yo habíamos adquirido la rutina de desayunar juntos. Él debería dormir porque llega muy cansado del club pero es imposible persuadir a ese cabezota y se había empeñado en poner alarmas a la misma hora que yo para despertar, darme los buenos días y desayunar juntos o a la vez cada uno desde su casa.

La semana pasada apareció con una bolsa de pan y botes de todo tipo de mermeladas. Hoy había vuelto más tarde por lo que antes de dormir le dije que se quedara en casa y ahora estamos desayunando a través de mensajes y audios.

Su voz por la mañana es de lo más sexy que he escuchado nunca. El último audio que me manda comiendo cereales me hacer reír y casi escupir mi zumo, por suerte no hay nadie mirando. Solo Magdalena desde el sofá pero está ocupada comiendo su galletita en forma de hueso que le doy por las mañanas.

Termino mi desayuno y lavo todo antes de coger las cosas para coger el autobús e ir a la universidad. Le dejo agua a Magdalena y salgo del piso mientras espero recibo unos memes graciosos de Christopher y mensajes de mis amigas para comer juntas hoy.

En el momento en que llamo al ascensor la puerta del piso de enfrente se abre saliendo una pequeña morena y su madre con un portabebes negro.

—¡Peach! —grita Thea al verme.

Me agacho cuando la pequeña viene a abrazarme y la aprieto entre mis brazos dejando mi móvil en el bolsillo.

—Te eché mucho de menos Peach —dice haciendo pucheros.

—Y yo a ti pequeña —esta niña es preciosa, me llena de ternura y ahora está adorable con las trenzas—. ¿Que tal el hermanito?

—Es un llorón —se queja—. No me deja dormir.

—¿Estás ayudando a mami, verdad?

Asiente sonriendo.

Mara se acerca después de cerrar la puerta y me da un pequeño abrazo.

—¿Como estás, cariño? —me pregunta con dulzura.

—Muy bien.

Veo al pequeño dormido en el portabebes y me derrito porque es tan pequeño con grandes mofletes sonrosados, está para comerselo con el jersey de ositos que le regalé.

—¿Cuando vamos a jugar, Peach? —Thea tira de mi manga para que le preste atención—. ¿Vendrá Christopher también?

Mara me sonríe y yo siento que me pongo roja.

—Te prometo que traeré a Christopher a jugar cuando pueda.

—Venga tenemos que ir al colegio —le instó Mara a Thea para entrar en el ascensor antes de que se cerrara.

Salí del edificio y caminé a paso rápido para evitar perder el autobús. Al ver a lo lejos que se acercaba a mi parada se me paralizó el corazón y tuve que correr para llegar y cogerlo justo a tiempo tras una anciana y un chico que iba escuchado música.

Suspiré aliviada sentando en un sitio libre al fondo observando por la ventana hasta llegar a la universidad. Al bajar subí los escalones hasta la entrada y fui a la cafetería a por un agua ya que el día se presentaba caluroso. Al coger mi cartera mi móvil vibró en ese instante con un mensaje de Christopher llorando porque lo había dejado en visto hace casi una hora cuando metí el móvil en mi bolsillo para saludar a Thea antes de ir a coger el autobús.

Le envié varios corazones y besitos y me respondió enseguida con un selfie de él abrazando un lindo peluche de un lobo gris, le gustan mucho los lobos.

Es tan lindo. No puede gustarme más.

Al entrar en la primera clase pongo en móvil en silencio para enterarme bien y tomar nota de todo lo importante para el próximo examen.

Red LightsWhere stories live. Discover now