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Bajo los pequeños escalones con cuidado para no caerme por los tacones. Christopher levanta la cabeza y se incorpora con una expresión de asombro que me hace sonreír.

—Estás... Estás... Muy hermosa —murmura mirándome de arriba abajo.

—¿De verdad te gusta? —pregunto juntando las manos delante de mí—. Pensé en ti cuando lo vi.

Es de estilo sencillo, liso y de color rojo, el color que más le gusta a Christopher. Llega por encima de la rodilla con una tira negra alrededor de la falda, tiene tirantes delgados con manga larga blanca por debajo y un muy delgado cinturón negro con lazada. Chelsea y yo recorrimos mil tiendas y casi me mata en todas y cada una de ellas porque a todos los vestidos le encontraba pegas hasta que por fin en revisando una de las últimas por segunda vez la dependienta encontró este vestido que me gustó muchísimo y salí contenta de la tienda con mi vestido.

—Me encanta, estás increíble —coge mi mano entre las suyas dejando un tierno beso en los nudillos que casi hace que me desmaye.

Entrelaza nuestros dedos con confianza y una naturalidad que me encanta y me lleva por la calle hacia donde dejó el coche. Como todo un caballero me abre la puerta ayudándome a sentarme para luego ponerse ante el volante y conducir hasta el restaurante.

El restaurante es informal pero muy bonito, tiene el aparcamiento a la derecha y una entrada amplia decorada con una palmeras muy verdes. Las puertas de cristal con dorado nos dan paso a un gran local con muchas mesas llenas de gente que se extiende hacia los dos lados subiendo un par de escalones de barrotes negros en contraste con la madera clara del suelo y los tonos claros de las paredes.

Christopher se pone a mi lado colocando su mano en la parte baja de mi espalda tensándome más de lo que ya estaba.

—¿Estás bien? —pregunta seguramente al notar mi tensión, asiento formando una sonrisa lo más tranquila que puedo—. Ya están todos en la mesa.

Eso me pone muy nerviosa según avanzamos hacia la izquierda subiendo los largos escalones donde hay menos mesas que en la zona centro y a un lado hay un grupo de mesas juntas formando una muy alargada con un montón de gente, donde entre ellos reconozco enseguida a Bastian y a Minho cuando avanzamos hacia allí.

—Hola a todos —interrumpe Christopher la conversación que estaban teniendo todos que enfocan sus ojos en nosotros, sobre todo en mí.

—Que bien acompañado bienes, Channie —bromea Minho con una sonrisa maliciosa guiñándome un ojo.

—Chicos os presento a Peach —anunció sonriéndome con dulzura.

—Es un placer conocerte Peach —dijo el chico que estaba en la esquina de la mesa.

—Debes gustarle mucho a nuestro Channie, nunca nos ha presentado a ninguna chica —bromeó un chico tenido de rubio con pecas.

—¿Podéis callaros? —preguntó Christopher poniéndose colorado.

Me guió hacia la mesa sacando la silla para que me pudiera sentar y se sentó a mi lado dejándome entre él y Bastian que me sonrió tan simpático como siempre.

—Menos mal que estás aquí —murmura Bastian a mi lado—. Ya no soy el único no coreano del grupo.

Me reí y me giré hacia el resto de la mesa que miraba a Christopher y a mi con interés y sonrisas cómplices.

—Es un placer conoceros, chicos —murmuro juntando mis manos sudorosas por debajo de la mesa.

—Minho y Bastian ya nos han hablado de que te conocen —menciona el que está sentado enfrente de Christopher—. Yo soy Seo Changbin.

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