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Me sentía como un sueño maravilloso desde que conocí a Christopher. Es tan dulce, tan divertido, tan atento y cariñoso que me encanta estar con él y me pasaría todo el día con él si pudiera.

Después de que se pusiera enfermo estuvimos dos días juntos metidos en la cama, descansando hasta que me convencía y acabábamos haciendo otras cosas.

Volví a mi piso la mañana siguiente cuando me llevó a clase a pesar de que intentó convencerme de quedarme más tiempo, fue difícil resistirse, sabe muy bien como convencerme con sus besos.

Ese día no pude verlo porque tenía que ir a trabajar después de días descansando, aunque al final estaba fingiendo seguir enfermo. Estuvimos escribiéndonos muchos mensajes sin parar, me encantaba que no fuera de los que tardaban siglos en responder sino que lo hacía casi al momento, incluso por la noche cuando sabía que estaba en el Red Lights.

A la mañana siguiente desperté encogida en mi cama temblando por el frío que tenía. Por mucho que tiraba de mis grandes sábanas no entraba en calor. Me levanté cogiendo una chaqueta para ir hacia el termostato en la cocina y comprobar la temperatura del piso pero el aparato no encendía. Tras enviarle un mensaje al presidente del edificio confirmé que la instalación tenía problemas y habían llamado a un técnico pero vendría por la tarde.

El piso era un auténtico congelador y fuera el sol estaba tapado por algunas nubes por lo que apenas calentaba.

Me pasé la mañana yendo por el piso con una gruesa manta por encima tomando té bien caliente para entrar en calor pero sentía tanto frío que poco faltaba para que saliera el vapor de mi aliento.

Puse el portátil en la mesita de café y me senté en el sofá encogida bajo tres capas de manta.

Agradecía que Mara no estuviera en el piso ya que salió a pasar el fin de semana en casa de su madre por el bebé. Con el recién nacido tan prematuro y Thea ninguno de los tres podría soportar este frío.

A la hora de la comida no quise comer nada, si me levantaba me congelaría de frío y no tenía tanta hambre para querer hacerme nada por lo que me quedé encogida en el sofá con los dedos fríos tecleando en mi portátil. Magdalena estaba en su cestita, le había puesto una manta por si tenía frío pero estaba tranquila gracias a su largo pelo blanco.

Pasada una hora el videoportero sonó y maldije por tener que levantarme aunque me alegré mucho cuando vi la preciosa cara de Christopher en la pequeña pantallita. Pulsé deprisa el botón y dejé abierta la puerta para correr de nuevo al sofá a taparme.

Christopher entró en el piso sonriendo hasta que cerró la puerta y me miró.

—¿Por qué hace tanto frío aquí?

—La calefacción está rota —tartamudee temblando.

—Joder Peach, estás congelada —se sentó a mi lado en el sofá tocando mi mejilla.

Su calor fue un alivio para mi cuerpo entumecido, estaba tan cálido que lo acerqué más a mí.

—Coge tus cosas, te vienes conmigo —dijo de repente poniéndose en pie.

Me quedé algo alucinada pero que se fuera hacia mi habitación me hizo levantarme para seguirlo. Abrió mi armario cogiendo un bolso grande y metió algunas prendas dentro y mis zapatillas que estaban junto a la cama. Me metió prisa para que me pusiera algo de ropa y cogí un par de cosas del baño y luego recogí mi portátil y la comida de Magdalena junto a su correa.

—Si voy a tu piso, ¿donde dormiré?

—Conmigo obviamente, ¿que clase pregunta es esa?

Cogí en brazos a la perrita y seguí a Christopher fuera del edificio hacia su coche que estaba aparcado justo enfrente. Ya dentro del vehículo puso la calefacción que fue un alivio para mi cuerpo y pude relajarme en lo que llegábamos a su piso.

Red LightsWhere stories live. Discover now