Capítulo 7 ;; Alcohol, confesiones y reflexiones.

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—¡Vamos, Mer, ven a jugar!

Niego por décima vez.

—No, gracias. Voy a hacer el ridículo.

Sophia bufa, se deja caer a mi lado y pasa un brazo por el respaldo del sofá, detrás de mí. Se ve maravillosa con ese vestido plateado. Tiene dos cintas cruzadas como cuello, es abierto en el pecho, dejando un escote discreto, y no tiene mangas. Jamás me pondría algo así, pero si tuviera su figura, lo usaría hasta para ir a trabajar.

—Claro que no. Nadie va a recordarlo mañana.

—No estaría tan segura —susurro, dirigiendo mi mirada a la puerta una vez más, esperando ver a Malcolm cruzándola de un momento a otro.

Según me dijo la pelinegra, tuvo que regresar al trabajo hace unas horas para resolver unos asuntos pero llegaría apenas pudiera. Prometió que no faltaría. Ya me estoy preguntando qué tan verdadera era la promesa.

—Vendrá pronto —garantiza Soph, como si me leyera la mente. Asiento, un poco insegura, y bajo mi mirada a mis piernas.

Mi elección de vestimenta fue muy diferente a la suya; un jean azul, una blusa con rayas blancas y negras, descubierta de la espalda, como para no sentirme tan fuera de lugar. No obstante, me siento así de igual forma.

Me gustaría saber qué ven los demás cuando sus ojos se posan en mí. Si ven a una chica común sentada, hablando con la anfitriona, o a una loca vestida para nada para la ocasión que mira su vaso de alcohol sin haber tomado ni un poco.

Habitualmente me da miedo que la gente vea la inseguridad que me invade. Intento lucir despreocupada, pero estoy segura de que me delato sola. Y es molesto, dado que todos en esta habitación parecen saber lo que hacen y se divierten sin temer a las miradas de la gente.

Malcolm se presenta diez minutos después. Su informalidad no me deja de sorprender; tiene puesta una camiseta negra que se ciñe a su cuerpo de una forma que me provoca un sonrojo, y un pantalón de mezclilla marrón. Lleva las manos en los bolsillos y parece buscar algo con la mirada, barriendo el lugar con esos ojos grises que la mitad del tiempo denotan picardía, y la otra mitad, una intensidad que me hace temblar las rodillas.

Cuando me encuentra, sonríe y se sienta a mi lado con tranquilidad.

—No esperaba verte aquí.

—¿Por qué? —arrugo el ceño.

—Bueno, digamos que no parecer ser el tipo de persona que asiste a fiestas.

—¿Qué vas a saber tú? —respondo por el simple placer de llevarle la contraria.

Su sonrisa se torna lobuna y creo que si no me he desmayado aquí mismo es porque... Bueno, no sé por qué. Por un milagro del cielo, supongo.

—Ey, yo también estoy aquí.

Malcolm le dirige por primera vez la mirada a su hermana.

—Sí, te veo.

Sophia rodea los ojos y le da un golpe en el hombro que me hace recordar a cuando él dijo que debía quitarme la costumbre de pegarle. Suelto una risita y la observo ponerse de pie cuando la canción que suena termina e inicia otra, más movida.

—¡Vamos a bailar! —dice, tirando de mis manos.

—No, yo no...

No voy a decir en voz alta que me da verguenza que Malcolm me vea... ejem... meneando las caderas con esa música.

Pone la misma expresión que utilizó para convencerme de venir.

—¡Por favor!

Me giro hacia él y no es hasta que veo su sonrisa divertida que me decido.

Sobre el amor y otros clichés (‹‹Serie Lennox 1››)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora