Capítulo 19 ;; Vida, muerte y color.

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América.

¿Nunca te ha sucedido que, al estar tan acostumbrada a la presencia de una persona, cuando se va, sientes un vacío enorme? Pues eso me está pasando ahora mismo.

Malcolm se fue hace apenas unas horas y ya lo extraño, como si no lo hubiera visto en años. Mi departamento perdió color sin sus sonrisas llenas de picardía.

Bueno. Tal vez estoy exagerando un poco.

El teléfono vibra sobre mi regazo. Es Malcolm, quien me anuncia que su avión ya aterrizó, y adorna el mensaje con una foto suya al lado de las maletas.

Cómo desearía estar a su lado ahora mismo.

Ladrón: Te extraño. :(

América: Y yo a ti :( No me digas eso, que ya mismo me meto a la web y saco un boleto para ir contigo cuanto antes.

Ladrón: No me quejaría.

América: Sabes que no puedo...

Alguien carraspea frente a mí. Un hombre con un bigote bastante llamativo se lleva las manos a las caderas, un poco indignado.

—¿Esta es la atención que tienen aquí? Porque no tengo problema en entrar a Google ahora mismo y valorar el lugar con una sola estrella.

Me ruborizo, un poco por bronca, un poco porque tiene razón.

—Perdone, señor. ¿Qué estaba buscando?

Lo guío a través de la estantería de las novelas históricas, contándole una breve sinopsis de cada una de las que me pregunta. Al final, se decide por "Tormentas del pasado: Amor y pasión en la revolución del parque", de Gabriela Exilart.

Me aseguro de cobrar bien el precio —no vaya a ser que cometa el mismo error dos veces— y lo veo alejarse, a mi primer cliente de hoy.

El día se me está pasando de lo más lento, y es por eso que descubro que mi vida sin Malcolm es jodidamente aburrida. No es un bonito descubrimiento. Tendré que aprender a disfrutar de mi presencia y a hacer cosas fuera de él.

A las siete y treinta cierro el local, no sin pelearme con la persiana, y me dirijo al hospital para visitar a Abel.

Apenas lo veo, el mundo se me cae encima.

¿Alguna vez has visto a una persona envejecer y apagarse de a poco, sin que puedas hacer nada? Es una de las sensaciones más horribles. Ves, de primera mano, cómo la vida de un ser querido se va escapando de entre sus dedos y el miedo de oír por última vez su risa te empieza a acechar.

La muerte es un monstruo cruel.

La imagino como una enorme sombra lista para cernirse sobre ti, con afilados dientes y dos cuencas vacías como ojos.

—Mer, cariño, viniste.

Su voz rasposa es anormal. Un par de ojeras violetas resaltan en su rostro... transparente. Está pálido como una hoja de calcar.

Trago saliva con fuerza y obligo a las lágrimas detrás de mis párpados a no derramarse. Sus anteojos están sobre la mesita, cosa que agradezco, porque así no verá lo afectada que me encuentro.

—Claro que vine.

Envuelvo sus manos con las mías y me estremezco por el frío de su piel. Ese frío me hace pensar en lo que procederá sin remedio. Y no quiero.

—¿Maya ha pasado por aquí estos días?

—Siempre viene —su respuesta me calienta el pecho. —Y me cuenta muchas cosas. ¿Sabías que le encantan las plantas, Mer? Tiene un departamento lleeeno de ellas. Dijo que se enredan en las paredes, en las rejas de su balcón, en las patas de la mesa...

Sobre el amor y otros clichés (‹‹Serie Lennox 1››)Where stories live. Discover now