Capítulo 14 ;; Noticias.

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Malcolm me observa desde el marco de la puerta; puedo ver su reflejo a través del espejo y siento su presencia a mis espaldas.

—¿Se te perdió algo?

Ante mi pregunta, sacude la cabeza y se acerca, rodeándome la cintura con sus fuertes brazos. De alguna forma, su cercanía me sigue provocando escalofríos. Parece notarlo, pues entre sus labios se asoma una sonrisa divertida.

—¿Qué sucede? —cuando su nariz comienza a dejar un recorrido de caricias en la curva de mi cuello, me estremezco.

—Mmm, nada. Vas a llegar tarde al trabajo.

—¿Y? —susurra mientras sus labios recorren mi piel distraídamente, subiéndome a una nube de la que no me gustaría bajarme pronto. Sin embargo...

—¡Malcolm! —suelta un bufido al momento en que me doy vuelta a él y le sostengo las mejillas. Me veo en la obligación de reprimir una sonrisa. Su mueca de decepción, aquella que la hace ver como un crío, contrasta con su imagen de empresario. —Hoy tienes una reunión importante.

—Pero... Si te pones ese vestido...

—Podrás hacer lo que quieras con él apenas salgas del trabajo. Ahora vete.

Me sonríe con gracia una última vez y deja un delicado beso sobre mis labios antes de salir del cuarto. Dos segundos después, oigo la puerta principal cerrándose.

Suspiro y me dejo caer sobre la silla frente a mi escritorio para revisar por quinta vez el manuscrito en mi computadora. No es más que un borrador que escribí hace aproximadamente dos años, cuando aún estaba con Asher, pero que jamás proseguí.

Son horribles aquellas épocas en las que no puedo escribir ni leer.

Los personajes de mis novelas, tanto como las de otras, son mi lugar seguro. Sé que, si las cosas se ponen feas, puedo abrir un libro y olvidar cuál es mi verdadero cuerpo. Puedo pretender que estoy en otro lugar o, al menos, sentirme mejor enfocándome en los problemas de otras personas antes que en los míos. De alguna manera, eso es más fácil que afrontarlos.

Cuando narro las vidas de mis personajes, tengo la posibilidad de volcar todo lo que siento por dentro y no soy capaz de decir. Mis dolencias, mis vivencias, o... hacer realidad mis expectativas.

La novela frente a mí trata acerca de la princesa de un reino que está condenada a vivir una y otra vez el día en que su reino cayó, hasta que pueda encontrar la forma de impedirlo.

Sin embargo, no pude pasar de la mitad, por mucho que tuviera en claro el final de la historia. Y cada vez que la leo, le encuentro más y más errores y tengo ganas de apretar "delete" y borrar todo porque, la verdad, no creo que tenga futuro.



No me doy cuenta de que olvidé la bicicleta hasta que cruzo el umbral de la librería.

—Es que no pierdo la cabeza porque la tengo pegada —protesto mientras apoyo el bolso sobre el mostrador.

El horario laboral transcurre sin demasiados inconvenientes. La señora que ha visto la supuesta rata regresa para dejarme el número de una agencia pesticida y se larga, todavía ofendida por el episodio de hace ya varios días. Abel no hace acto de presencia hasta luego de un par de horas, con una expresión de cansancio que se podría distinguir a millones de leguas.

—¿Estás bien? —le pregunto, sosteniéndolo por los hombros justo a tiempo cuando trastabilla.

—No.

Al envolverme con sus brazos y romper en sollozos, me quedo pasmada, demasiado como para reaccionar. Sin embargo, segundos después, le correspondo al gesto. El labio inferior me tiembla. La confusión y la angustia me invaden; jamás he visto a Abel llorar.

Sobre el amor y otros clichés (‹‹Serie Lennox 1››)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora