Capítulo 12 ;; Arte.

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América.

No sé quién está más nervioso; si Malcolm o yo.

Está mirando al frente, tamborileando los dedos en el volante y con los ojos llenos de terror y malos presentimientos. Eso, por supuesto, no logra calmarme en lo absoluto.

Todo va a estar bien, América, su madre no te va a morder.

Pero sí me intimida el hecho de que son personas con dinero. Iremos a un restaurante italiano en donde la comida cuesta más que mis dos riñones. El traje que el pelinegro a mi lado lleva ha de costar todos mis órganos juntos. Dado que él trabaja en una empresa corporativa y debe vivir en una casa tan grande como la de Soph, tengo buenas razones para temer.

—¿Estás seguro de que quieres hacer esto? —suspiro y le tomo las mejillas para que me mire cuando estaciona. —No tenemos que hacerlo si no quieres.

—Sí, sí tenemos. Necesito que mis padres noten lo maravillosa que eres, porque sino, van a hacernos la vida imposible luego.

—¿Luego? —repito como tonta, frunciendo el ceño.

Resopla y menea la cabeza con diversión.

—Quiero hacer las cosas bien, América. Pedirte que seas mi novia, llevarte a cenar, conocerte mejor...

Mi expresión se relaja y una sonrisa aparece entre mis labios.

—Entonces podrías empezar por dejar de llamarme América.

Pone los ojos en blanco, se baja y me abre la puerta mientras me río a carcajadas. No sólo por su reacción, sino también porque sus palabras me han dado una dosis de serotonina importante.

El cielo está nublado, anunciando una pronta lluvia, y el viento me obliga a acomodarme el cabello detrás de las orejas reiteradas veces. Ingresamos al restaurante a las apuradas y el calor del ambiente me recibe.

—Espera. Si estuviste todo el día conmigo, ¿no has ido a trabajar hoy?

Niega.

—He hecho ayer el doble de trabajo para poder estar contigo, ya que sabía que te estarías muriendo de los nervios.

Hoy fue un día perfecto. Vino al departamento por la mañana, con medialunas y café, me acompañó a la librería y me ayudó a clasificar los libros de romance contemporáneo que entraron este mes. Después, volvimos y colaboró en mi elección de outfit, que se basa en un vestido de color blanco con florecitas celestes, unas sandalias y el cabello suelto.

—Pues el que está temblando eres tú —le pego un codazo en el costado, divertida, pero me quedo muy quieta cuando se detiene frente a una mesa en donde una mujer de cabello marrón y ojos grises nos observa con curiosidad.

No es necesario que me diga que es su madre para saberlo. El parecido es inmenso.

—Buenas noches —ella se pone de pie, con sus ojos fijos en mí, y me extiende la mano. —Soy Rose.

—Un gusto conocerla. Soy Mer —contesto y acepto su saludo, tragando en seco.

—Tuviste razón al decir que es muy guapa —confiesa Rose y le dirige una mirada entre tensa y dulce a su hijo. Ojalá piense eso de verdad y no lo haya dicho por compromiso.

—Lo sé —carraspeando, Malcolm deja su mano en mi espalda baja y me empuja suavemente a la silla a su lado. Tomo asiento y él hace lo mismo.

Me pone nerviosa la forma en la cual parece analizarme en silencio. No obstante, he de admitir que ya no estoy tan asustada como antes.

Sobre el amor y otros clichés (‹‹Serie Lennox 1››)Where stories live. Discover now