Capítulo 24 ;; Golpes del destino.

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Malcolm.

Por fin, América consigue salir del departamento para otra cosa que no sea trabajo. Por fin, las sonrisas, aunque tenues, regresan a sus labios. Por fin vuelve a ser ella, poco a poco, paso a paso.

Me despierto antes que ella y aprovecho eso para prepararle un desayuno; posiblemente, el más completo que comerá después de tantos días. Cuando vuelvo a la habitación, ella apenas se ha movido para cubrirse los ojos con el brazo por el sol y sus ronquidos evidencian que aún duerme.

Reviso la hora en el reloj: las 12 del mediodía. Si fuera por ella, seguiría durmiendo hasta las 5.

Me deslizo hacia ella y comienzo a repartir besos en su rostro.

—Vamos... Despierta, que hoy tenemos muchas cosas que hacer.

Gimotea y sus brazos rodean mi cuello tan rápido que no consigo reaccionar cuando termino sobre su cuerpo.

Mala decisión, teniendo en cuenta que su cuerpo es una tentación para mí. No puedo distraerme de esa manera; tengo que ocuparme de que coma.

—Mmm... No tengo ganas.

Río contra su cuello.

—Levántate, todavía tienes que conquistar el mundo.

—Ya te he conquistado a ti, eso es más que suficiente.

Me aparto para mirarla con sorpresa por su comentario tan desprovisto de vergüenza, solo para encontrarme con sus mejillas sonrosadas. Es adorable.

—No repetiré lo que acabo de decir. ¿Y si no me levanto, qué harás? —sus cejas se alzan con diversión.

—No quieres saberlo.

—No te tengo miedo.

Sin previo aviso, aparto las sábanas y la cargo entre mis brazos a costa de sus protestas.

—¡Malcolm!

—Yo te avisé.

—No me puedes obligar a hacer nada.

—Sí puedo, y lo estoy haciendo.

Percy le bufa cuando pasa por su lado.

—¿Y a él qué le pasa? Solía caerle bien.

—Primero, que le quitaste su lugar en la cama. Y segundo, ¡se da cuenta de que te estás rebelando contra su dueña!

—¡Te estoy cuidando!

—¡Me sé cuidar solita!

Me siento en el sofá, con ella en mi regazo, y dejo la bandeja de su desayuno sobre la mesita ratona. Ella hace un puchero y gimotea con ternura.

—¿Me hiciste el desayunooooo?

—Puede.

Acuna mis mejillas y comienza a llenarlas de besos ante lo que, por supuesto, cierro los ojos y me permito disfrutar de su calor, de su olor, de ella enteramente. Y no puedo dejar de pensar en que es aquí en donde debo estar. Es aquí en donde debí estar siempre.

—Me encantas, América. ¿Lo sabes? —se separa y me observa con su rostro sonrojado. —Eres perfecta...

Me interrumpe con una sonrisita divertida.

—¿No era que no era perfecta, que no debía serlo y...?

—Shhh, déjame terminar —pongo mi dedo índice sobre sus labios. —Lo que iba a decir es que eres perfecta para mí.

—¿Y por qué estás tan cariñoso hoy?

—Es que estoy feliz de tenerte de vuelta. Además... Debo recordarte lo especial que eres hasta que no necesites de este pobre hombre para recordarlo.

Sobre el amor y otros clichés (‹‹Serie Lennox 1››)Where stories live. Discover now