๛ diez.

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CHARLOTTE BRZENSKA.

Todos mis planes de dormir hasta tarde hoy se vieron truncados por Floch y su sumamente repentina invitación al parque de diversiones, así que aquí estoy, un día sábado maquillándome a las diez de la mañana cuándo bien podría estar enredada en mis sábanas durmiendo.

Deslicé el lápiz labial color rosa mate por toda la extensión de mi labio inferior y me observé en el pequeño espejo sobre el escritorio en mi habitación, no soy una persona que se fije mucho en su propio físico, pero realmente siento que me veo linda. A decir verdad, estoy genuinamente nerviosa por hoy, sé que Floch ya me ha visto de todas las maneras posibles pero aún así tengo el presentimiento de que hoy debo verme linda si o si.

—¿Estás lista? —cuestionó Floch al otro lado de la línea telefónica, habíamos estado en llamada desde hace un rato y él ya estaba abajo—  Dime que ya estás lista.

—Ya salgo, Dios mío.

Luego de asegurarme de tener absolutamente todo lo necesario, tomé mi bolso y salí del departamento mientras jugueteaba con las llaves en mis dedos. La verdad es que podría perfectamente haber esperado el ascensor, pero sé que si hago esperar más a Floch se va a molestar y va a joderme todo el resto del día, por lo que simplemente tomé la decisión de bajar los tres pisos por las escaleras y cuándo por fin llegué al hall, el conserje de turno me dio una mala mirada porque se supone que no le gusta que use las escaleras de emergencia.

—Lo siento mucho Erd, pero el jodido ascensor se demoraba mucho.

—Sólo trata de que no se repita.—agitó una mano en señal de despedida y volvió a posar su vista sobre el periódico en sus manos.

Salí del edificio esperando ver a un Floch sumamente molesto, pero al contrario de lo que pensaba, el pelirrojo estaba apoyado contra su auto con un cigarrillo entre sus delgados y largos dedos, el viento matutino golpeaba levemente su cabello hacia la izquierda y lucía cómo si lo hubiesen sacado de una película o algo similar, en serio lucía bien. Me acerqué a él y antes de que pudiese saludarme, me colgué de su cuello y lo estreché en un gran abrazo, era mi método para evitar que me regañara por demorarme tanto en salir.

—¿Qué demonios te ocurre? ¿Inhalaste azúcar antes de salir o que?

—¿Alguna vez te dije lo mucho que te amo? —pregunté mientras sentía como la mano libre de Floch se posaba sobre mi cintura.

—No trates de manipularme, Lottie. No voy a regañarte, ¿sabes?

Me separé lentamente de él al momento en que el olor a nicotina ingresó a mis fosas nasales, no es que me desagrade, pero tampoco es de mis aromas favoritos en el mundo. Observé cómo Floch apagaba el cigarrillo y tiraba la colilla en un basurero que estaba ahí y esa fue mi señal para subirme al auto, con el pelirrojo imitando mi acción luego de un par de segundos.

—Te ves bonita, más que de costumbre.—dijo mientras ponía el auto en marcha— ¿Algún motivo en específico?

—Nop, en lo absoluto, sólo quería verme linda.

—Lograste tu objetivo entonces.

Floch continuaba con su vista fija en el camino, mientras que yo simplemente me limitaba a observar por la ventana. Miles de pensamientos invadían mi mente mientras veía gente y autos pasar por las calles de Nueva York, cómo por ejemplo la necesidad de sentirme bonita el día de hoy, era una interrogante que no dejaba de dar vueltas en mi cabeza desde que dejé mi departamento.

troublemaker | jean k.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora