๛ catorce.

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—Charlotte, abre los ojos.

—Cinco minutos más, por favor.—murmuró mientras se acurrucaba aún más contra el brazo de Jean para continuar durmiendo.

El castaño elevó sus comisuras en una sonrisa y subió una de sus manos hasta la mejilla de Charlotte para comenzar a acariciarla. No quería despertarla, pero tenía que hacerlo ya que el avión estaba a punto de aterrizar y sabía que la chica a su lado no quería perderse por nada del mundo la vista que tendrían.

—Despierta, estamos aterrizando.

Cómo si de una palabra mágica se tratase, apenas la menor oyó eso, sus ojos se abrieron y los restregó un poco antes de asomarse por la ventanilla. La vista era preciosa, la ciudad estaba bastante iluminada para ser las cinco de la tarde y Charlotte lucía cómo una pequeña niña emocionada ante la vista. Las ruedas del avión por fin comenzaron a tocar el pavimento de la pista del aeropuerto de San Francisco y con ello concluía su viaje de seis horas.

—Es jodidamente enorme.—dijo refiriéndose al aeropuerto mientras se desabrochaba el cinturón— Y lindo.

—Hay aeropuertos más grandes, pero sí, es grande.

Apenas ambos pudieron ponerse de pie, Charlotte estiró sus brazos y comenzó a caminar tras Jean para bajar del avión. Según tenía entendido, esa noche tendrían una cena con Mike Zacharias y al día siguiente se juntarían con él por la mañana para coordinar un par de asuntos sobre el hotel. No es que tuviese particulares ganas de asistir a la cena de esa noche, pero tenía qué.

—Jean.—llamó una vez ya habían bajado del avión y caminaban por el aeropuerto— Necesito ir urgentemente al baño, ¿podrías recibir tú las maletas?

—Claro, ¿sabes en dónde está el baño?

La fémina asintió con su cabeza y señaló con su índice un pequeño letrero que indicaba en dónde estaba el baño, justo enfrente ellos.

—No tardo.

Entró en el baño y una vez terminó de hacer sus necesidades, salió del cubículo directo hacia los lavabos en dónde se limitó a observar su reflejo. Era un tanto obvio que luego de seis horas y cuarenta minutos de viaje en los cuales durmió plácidamente, su maquillaje estaría hecho un asco, por lo cuál ni siquiera se sorprendió al ver su reflejo absolutamente demacrado. De su bolso sacó un poco de bálsamo labial y lo comenzó a deslizar cuidadosamente por sus labios resecos, rizó sus pestañas y arregló un poco su cabello; eso fue suficiente para sentir que ya se veía algo más decente así que volvió a dejar todo dentro de su bolso y salió del baño. Afuera estaba Jean de pie esperándola con ambas maletas a su lado.

—Estoy lista.

—Vamos entonces, ya hay un taxi esperándonos afuera.

Charlotte esperaba que Jean le entregara su maleta, sin embargo el panorama fue totalmente distinto en el momento en que el mayor simplemente comenzó caminar hacia la salida del aeropuerto con una maleta en cada mano. Brzenska no rechistó, solamente se limitó a seguir a Jean cómo un cachorro hambriento para no perderse en aquel gran lugar.

Efectivamente, al salir del aeropuerto había un taxi esperándolos. El taxista tomó ambas maletas y las dejó dentro del maletero mientras Jean le comunicaba su destino y Charlotte simplemente se distraía mirando a su alrededor.

San Francisco era agradable.

—Charlotte, sube.

Al voltearse se encontró con la escena de que Jean le había abierto la puerta trasera del taxi, esperando con una sonrisa en la cara a que subiera al vehículo. Esa acción la enterneció, pero borró aquellos pensamientos de inmediato de su cerebro; Jean solamente estaba siendo educado con ella, nada más.

troublemaker | jean k.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora