๛ cuarenta y uno.

630 92 9
                                    

⚠️ advertencia: contenido sexual explícito.

CHARLOTTE BRZENSKA

—¿Qué tú, qué, Charlotte Brzenska? —cuestionaron mis padres al otro de la línea, y del país ya que estaban en Hawai por su aniversario— ¿Cómo que te vas a casar?

La mano de Jean acariciaba con ternura mi cadera mientras me abrazaba con su brazo libre. Se supone que ambos deberíamos estar trabajando, pero creí que era conveniente decirle a mis padres lo de nuestro compromiso cuánto antes.

—No sabría descifrar si estás emocionada o molesta.

—Está llorando.—intervino mi papá— Claramente estamos felices, abejita. Felicidades preciosa. ¿Cuándo será la boda?

—Aún no establecemos una fecha concreta, señor Brzenska.—respondió mi pareja por mi mientras restregaba su mejilla contra la mía— Le agradezco infinitamente por apoyar nuestro compromiso.

—Conozco a tu padre desde hace años, Jean, sé que no eres un mal chico... Aunque si le haces algo a mi abejita, me temo que tendré que ponerte las pelotas de corbata, a mi hija nadie la daña.

—¡Papá! —exclamé avergonzada.

—Yo jamás dañaría a Charlotte, señor. La amo mucho y sólo quiero hacerla feliz.

—Lo sé... Bueno chicos, Amy y yo tenemos que irnos ahora, pero nuevamente felicidades e iremos a cenar apenas lleguemos a Nueva York, ¿sí?

—Sip, adiós papá.

—Adiós abejita.

Colgué la llamada y me acomodé mejor sobre las piernas de Jean, sus manos sostenían posesivamente sobre mis caderas y sus labios se encontraron delicadamente con mi cuello. Se sentía irreal, pero bien.

—Charlotte.

—¿Sí?

—Te amo.

Su aliento con olor a menta chocó contra la piel desnuda de mi cuello y aquello erizó cada vello de mi piel. No era el momento, quizás, pero sus manos comenzaron a guiar un leve vaivén de mis caderas de adelante hacia atrás haciéndome jadear. Aquello más el chasquido de sus labios besando mi cuello y sus dientes jalando suavemente de la piel de esa zona estaban haciendo que mi temperatura corporal se elevase, y mucho.

—Jean..—jadeé— Aquí no...

Mi piel nuevamente se erizó en el momento en que la grave risa de Jean chocó contra mi cuello y se pegó más a mi, haciendo que espalda chocase con su fornido pecho y que el bulto creciente en su pantalón chocase con mi trasero.

—¿Aquí no? Pero si será rápido.

No podía pensar con claridad, no cuándo las grandes manos de Jean se habían metido por completo abajo de mi blusa y masajeaba con lentitud mis pechos por sobre el brasier. Sabía por experiencia que Jean adoraba esa parte en específico de mi cuerpo, ¿la razón? Eran grandes, y encajaban perfectamente en sus grandes manos.

Y sin tener un solo atisbo de claridad y razonamiento en mi cerebro, terminé accediendo.

—Ugh, bien, tú ganas, pero que sea rápido.

troublemaker | jean k.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora