๛ once.

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JEAN KIRSCHTEIN.

Lo que restaba del día no pude concentrarme del todo en absolutamente nada, mis pensamientos se redirigían solos hacia aquella chica de verdes ojos y linda sonrisa.

Se veía cómo un sueño,
la chica más linda que he visto.

Cómo era obvio, no fui el único que quedó cautivado ante la belleza de Charlotte, sino que Nathaniel también. Estaba tan emocionado porque la chica linda le había regalado su algodón de azúcar que había olvidado por completo su berrinche de hace un rato, era cómo si se hubiese esfumado.

¿Por qué? ¿Por qué de entre todas las personas existentes tenía que ser ella? ¿Por qué fijarme en ella cuándo era más que obvio que por mera ética jamás podría ocurrir algo entre nosotros?

Ahora iba conduciendo de regreso a casa, Nathaniel se había rendido ante el sueño hace unos minutos atrás e iba sutilmente recostado sobre el cinturón de seguridad de su silla especial, mientras que yo iba perdido en mis pensamientos sobre mi joven asistente. No debería, en serio no debería, pero realmente no podía evitarlo; la forma en que su voz se cola por mis oídos cada vez que ella habla o la manera en la cuál su corto cabello roza sus hombros con suaves movimientos cada vez que camina, todo de ella es cómo si fuese la perfección hecha persona.

Me aterra no saber con certeza lo que siento por ella.

Estacioné el auto en la acera y bajé del auto para dirigirme a la parte trasera y así sacar a Nathaniel de su asiento. Lo cargué entre mis brazos luego de cerrar el auto y de lejos vi cómo Sasha ya estaba esperándonos en la puerta con una sonrisa de emoción en el rostro; ella era la más emocionada por mi salida junto a Nath y en parte la entiendo, porque ella también estaba hace bastante tiempo pidiéndome que por favor me tomara un día para estar junto a mi hijo.

Solamente me preocupaba su reacción al decirle sobre Charlotte, ella sabía todo sobre mi lío sentimental hacia ella y no tengo idea de cómo vaya a reaccionar cuándo le comente sobre lo que sucedió hoy.

—¿Está dormido? —cuestionó Sasha apenas llegué a la puerta, quitándome a Nath para cargarlo entre sus propios brazos, asentí ante su pregunta— Ya veo, debe estar cansado. ¿La pasaron bien?

—Sí... Supongo.—dije al cerrar la puerta de entrada.

—¿Cómo que supones, Jean? —enarcó una ceja y entrecerró los ojos, probablemente tratando de leer mis expresiones— Iré a dejar a Nath a su habitación, ya vuelvo.

Vi a Sash desaparecer por el pasillo y simplemente me dejé caer en el sofá mientras sentía cómo todo mi cuerpo dejaba escapar el cansancio acumulado por el ajetreado día que había tenido. Moví mi antebrazo y lo posé estratégicamente sobre mis ojos para evitar que la luz me diera en los ojos, me permití relajarme y solamente dejé que mis pensamientos fluyeran a su ritmo y destino.

Charlotte.

Es tan bonita, y fuera de lo físico es igual de fantástica. Con ella me siento cómodo, puedo ser yo mismo sin siquiera dudarlo y sé que ella no me va a juzgar; quizás sea una completa estupidez, pero realmente siento una conexión fuerte con ella.

Sí, lo más probable es que sólo sea una estupidez mía.

—¿Ya me dirás que ocurrió?

Sentí cómo el sofá se hundía a mi lado y entonces entendí que era el momento de sacar a relucir mis miles de inseguridades ante quién consideraba mi mejor amiga. Suspiré fuertemente y pensé en las palabras correctas para dejar salir lo que me acomplejaba, sin embargo no se me ocurría absolutamente nada en concreto, por lo que simplemente dejé fluir mis emociones.

troublemaker | jean k.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora