๛ treinta y ocho.

749 98 28
                                    

CHARLOTTE BRZENSKA.

Nath estaba sentado sobre mis piernas comiendo pastel mientras jugueteábamos entre nosotros. La mayoría de sus amigos se habían ido luego de abrir los regalos ya que había anochecido y era algo tarde, por lo que ahora éramos únicamente una manga de adultos y un niño de seis años.

—¿Viste que la tía Mikasa está esperando un bebé? —cuestionó con emoción mientras se llevaba un trozo de pastel a la boca y asentí— ¿A quién crees que se parezca?

—Yo creo que a Eren, ¿te la imaginas? Tendría los ojos verdes.

—¡Cómo tú! —exclamó Nath con emoción sobre mis piernas y sonreí mientras lo miraba— Hm, yo también quiero.

—¿Qué quieres?

—Una hermanita...—murmuró y luego abrió los ojos cómo platos con una sonrisa— ¡Eso es! Charlotte, tú eres novia de mi papá, llamen a la cigüeña para que me traiga una hermanita.

Levanté la mirada algo nerviosa y busqué un tipo de ayuda, pero nada. Aparentemente Jean había alcanzado a oír eso pues su mirada estaba sobre nosotros dos, sin embargo no nos dijo nada y continuó en lo suyo.

Maldito, justo cuándo necesito su ayuda.

—Nath..—murmuré— Creo que es algo apresurado para tu papá...

—Vamos, Charlotte, eres cómo mi mamá.

Me sobresalté ante eso y nuevamente, alcé mi mirada en busca de la de Jean, quién ahora mismo lucía igual o peor que yo. No habíamos hablado en toda la tarde, pero sé perfectamente que había mantenido su mirada sobre mi durante casi todo el día.

Lo sé porque yo hice lo mismo.

—Nathaniel.—oí su grave voz colarse por mis canales auditivos y lo miré, se había puesto de pie y caminaba hacia nosotros— No agobies a Lottie con ese tema aún, ¿bueno?

—Pero...

—Mira, tus abuelos y el tío Marco ya se van.—dijo interrumpiéndolo mientras lo tomaba entre sus brazos— Ve a despedirte.

Por mientras que Nath discutía con su papá, yo me puse de pie para despedirme de Marco y mis suegros. Claramente iba a quedarme a ayudar a Jean a ordenar todo este desastre, debe estar cansado y es demasiado —en realidad no lo es, sólo es lavar un par de platos y guardar cosas, pero mi cerebro sólo buscaba excusas tontas para estar cerca de él y hablar—.
Me acerqué al pecoso y lo abracé fuertemente, su perfume impregnándose en mis fosas nasales de forma fugaz. Dejó un beso en mi coronilla y me susurró al oído que me deseaba suerte, a lo que agradecí internamente ya que era más que obvio que la necesitaría. Marco se fue con Nath y yo me acerqué a mis suegros, la mirada de ambos, aunque más de Adrielle que de Joe, delataba que ya sabían lo que había sucedido; mi suegra tenía una mirada comprensiva en aquellos ojos ámbar tan profundos y lindos que le había heredado a Jean, me esbozó una pequeña sonrisa y me desordenó levemente el cabello.

—Dale tiempo, ¿hm? —fue lo primero que salió de sus labios— Es algo idiota a veces, lo conozco, lo crié y por eso mismo sé que a pesar de ser idiota, es un idiota enamorado. Solamente dale tiempo, Charlotte, necesita aclarar su mente y despejarse, pero te ama cómo no tienes idea.

troublemaker | jean k.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora