🍁 Érase una vez. 🍁

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Érase una vez una chica.
Era de estatura media, y tenía sus curvas. Una cadera, al parecer, grande, quizá. Ella no hubiera dicho eso de sí misma. Sus brazos eran largos y bonitos, su piel, blanca como las perlas más brillantes. Su color de pelo natural fluía levemente en sus raíces, pero debido a un tinte del pasado, no se reconocía completamente su verdadero color.
Sonrosada, con algún que otro defecto cutáneo propio de a juventud, ojos verdes brillantes, cara simpática, chica sonriente.
Atraída por la cultura asiática, bailaba y escuchaba música propia del lugar, sin descartar cantantes de otras zonas, como de Latinoamérica o de España. Quizá música que estaba de moda.
Bailaba bien. Se movía, digamos, de una manera un tanto hipnótica, a veces torpe, pero llevaba bastante tiempo, y mal no lo hacía. Era lista y sociable, y creía en la magia. No en la magia de cuentos de niños, sino en una magia más especial.
Una vez, le rompieron el corazón, y le costó olvidar a esa persona especial.
Otra vez, conoció a un chico moreno, de estatura media. Entrenaba mucho, y físicamente era atractivo, pero lo mejor era su personalidad. Atrevido, espontáneo, la típica persona de un grupo de amigos que te haría reír.
La primera vez era en un contexto de grupo de amigos, pero más tarde se pilló la confianza y pudieron empezar a hablar.
Quizá no era un momento favorable para establecer esa bonita relación, aunque no fuera lo mejor en el momento, o tal vez sí que lo era, qué se yo.
Pero empezaron a hablar. Conversaciones largas, interesantes, con ambos bandos queriendo comerse el mundo, con ambas partes tan enfocadas en la otra que parar era un disparate completo, absurdo, innecesario. ¿Estaba bien enamorarse así?
Más tarde, pasaron su primera noche juntos. Ambos estaban nerviosos, ella más, pero se esforzaban en no demostrarlo. Estaba bien, era lo normal, estaban bien.
Charlas que duraron mucho tiempo, pero era inevitable, una atracción excitante y seductora se abría paso entre esos dos chicos.
Al cabo de un tiempo, bastante, construyendo la confianza necesaria, el cariño, descubrieron un lado más íntimo del otro, se fusionaron en una persona. Nada más importaba, porque ambos querían eso, ambos estaban cómodos, ambos sentían lo suficiente. Estaba bien, era bonito, era especial.
Ella se sintió especial. Él se sintió especial. El momento fue perfecto.
Más tarde, acabó, pero no había estado mal. Había estado muy bien.

Hasta que llegó el momento de que él le contara la infidelidad a su novia.

~A. 101121

El Idioma Del Invierno ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora