Capítulo 3

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"Es curioso que la vida, cuanto más vacía, más pesa"

— León Daudí.

▫️▫️▫️

Salgo de la cochera después de haber dejado el auto, aprieto las llaves en mi mano para tratar de controlar mis nervios como si eso me ayudara en algo. Al entrar a la casa veo a todos lados pero no hay nadie, hay un completo silencio y respiro hondo, no me había dado cuenta que estaba aguantando la respiración. Escucho algunas voces en la sala y camino rumbo a ese lugar, mis padres están sentados en el sillón viendo una película, es raro verlos abrazados sin que mi padre esté insultando a mi madre, aquello es tan normal para mí y no debería ser así.

Recuerdo que cuando tenía 10 años mi padre le dió un bofetón a mi madre solo porque ella no había cumplido con lo que mi padre le pidió, mi hermano y yo desayunamos como si nada hubiese pasado, era tan normal y aún lo sigue siendo, nadie la ayudo y eso jamás me lo perdonaré, jamás olvidaré cuando la ví llorando.

Termine de secar los planos y me seque las manos con la tela que se encontraba aún lado de mi, mi cuerpo aún temblaba por lo que había pasado con mis padres pero tampoco hice nada por proteger a mi madre, mi padre siempre la insultaba pero nunca le había bofeteado, no frente a nosotros y cuando lo hizo no pude evitar sentir un escalofrío por el hecho de ver a mi padre tan agresivo y a mí madre con la mano en la mejilla temblando de miedo.

Negué con la cabeza para borrar de mi cabeza lo que había sucedido. Mi padre se había ido a trabajar y mi hermano solo se salió de la casa sin mostrar un poco de lastima por nuestra madre. Salí de la cocina lista para irme a mi habitación y encerrarme por el resto del día para no tener que ver a alguien de mi familia pero a mitad del pasillo me detuve al escuchar unos sollozos, era mi madre quien estaba llorando.

«Sigue caminando» me dije a mi misma, sin embargo, mis pies no obedecieron y terminaron yendo hacia la habitación, me acerque a la puerta para poder escuchar, escuché los sollozos de mi madre y no pude más, entre y la encontré acostada en la cama.

—Madre...

Ella se limpio las lágrimas y se sentó en la cama, no entendía por qué ella estaba con mi padre si él la lastimaba.

—Debes de tocar —dijo con su voz ronca por estar llorando.

—¿Estás bien? —pregunte ignorando lo que me había dicho.

Sus ojos se cristalizaron y dejo salir un sollozo pero se callo inmediatamente.

—Todo bien —forzo una sonrisa.

Camine y me senté a su lado, sostuve su mano, no quería que se sintiera sola, me sentía culpable por haberle permitido a mi padre que la bofeteara. Ella acostó su cabeza en mi hombro y se quedó callada por unos minutos, lo único que se escuchaba eran nuestras respiraciones, su pulgar daba pequeños círculos en mi mano y eso me hacía sentir un poco de calma.

—¿Por qué estás con él? —pregunte finalmente.

Dejo de mover su pulgar y todo su cuerpo se tenso al escuchar mi pregunta, aclaro su garganta antes de poder hablar, lo que me dijo aquel día jamás lo olvidaré y me hizo entender que ella nunca iba a dejar a mi padre y que para ella estaba bien todo lo que él le hacía.

—El es un hombre y mi esposo, por lo tanto debo obedecer todo lo que él me pida y si me bofeteo fue porque no hice las cosas bien —mis ojos no dejaban de ver como sus labios temblaban—. Recuerda que nosotras somos mujeres, somos débiles y no podemos enfrentarnos a un hombre, ellos siempre terminan ganando.
  
Ese día permanecía a su lado, abrazándola y recordando aquellas palabras que me había dicho, también me dijo que era normal todo lo que pasaba y que no debía darle importancia a lo que los hombres hacían o decían.

El rostro de la depresión #2 [✓]Where stories live. Discover now