38

3K 366 53
                                    

Hacía una hora que Tiana había llamado para invitarnos a otro de sus eventos, podía parecer extraño, pero yo fui la primera en aceptar. Necesitaba un respiro urgente, quizá un poco de alcohol para calmar mi mente inquieta. Además, Engel debía regresar a Serfol porque sus hermanos habían aparecido, así que a él también le serviría. El único problema era que esos respiros nunca acababan bien.

Estaba caminando por el pasillo en busca de Cristian, quería que nos acompañara. La verdad era que lo que me había contado la noche anterior aún rondaba por mi mente, pero analicé bien las cosas y decidí que era mejor esperar, ya estaba hastiada de tanto buscar y no encontrar respuestas. Sin embargo, quería acercarme un poco más a él, nadie sabía si me cogía pena y terminaba contándome todo, ¿no?

No.

Abrí una puerta al azar, la verdad es que no tenía idea de cuál era la habitación de Cristian. El lugar era espacioso, la cama enorme y los detalles bien cuidados. Me dio la impresión de que me había equivocado, por lo que iba a abandonar la pieza, pero de pronto giré la cabeza y vi como mi padre iba saliendo del pasillo que daba hacia al baño.

—¿Me buscabas? —cuestionó secándose el cabello con una toalla.

Me tensé. Mi papá llevaba unos pantalones de dormir y traía el torso desnudo. Eso no me preocupaba, la razón que me había dejado con la respiración entrecortada y deseo de huir era lo que había en su costado derecho, casi perdiéndose por debajo de la línea del pantalón: el mismo tatuaje que tenía Tiago, esa maldita corona.

Rápidamente levanté la mirada hacia sus ojos.

—Sí. Quería saber cuál es la habitación de Cristian. —Me mostré relajada.

—La primera a la izquierda después que subes la escalera.

—Gracias. 

Estuve a punto de irme, pero su pregunta me detuvo.

—¿Te gusta el tatuaje? —Dejó la toalla en el espaldar de una silla, antes de posar toda su atención en mí. 

Esbocé una sonrisa falsa y asentí. 

—Está bonito. Solo que ya sabes lo que dicen en Serfol sobre tener tatuajes —comenté gesticulando con las manos.

—Sí. Antes pensaba lo mismo, pero ahora entiendo que Serfol tiene muchas creencias anticuadas.

Asentí mirando el tatuaje con detenimiento. 

—¿Qué significa? ¿Te lo hiciste por mí? ¿El asunto ese de que soy tu princesa? —Hice una pausa y entrecerré mis ojos hacía él— No, creo que fue por tu otra hija.

Para mi sorpresa el soltó una suave risa.

—Tienes el mismo carácter que tu madre. Cada vez que te veo es el mismo reflejo de ella.

—No te atrevas a hablar de mi madre cuando tienes otra familia.

—Por favor, ya estás muy grande para esto. Cuando Cassandra murió una parte de mí también lo hizo con ella, pero la vida continúa y lo peor que se puede hacer al perder un ser querido es quedarse estancado. Y sí, tengo una nueva familia, pero no hay un día que no piense en tu madre.

—Entiendo.

Miré hacia la mesita de noche y vi algo que me dejó atónita. Allí había un montón de cartas envueltas en un lazo rojo. Eran iguales que las que me enviaban. 

—¿De quienes son esas cartas? —le pregunté. Traté de lucir lo más relajada que podía estar.

Mi padre siguió mi mirada antes de volver su atención hacia mí. Apretó los labios antes de desviar la mirada hacia otro lado.

El misterio que me persigue ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora