PRELUDE

1.1K 59 44
                                    

Me desperté en medio de una deshecha cama y una marea de sudor. Mis manos aún temblaban después de aquella pesadilla. Me giré bocabajo, enterrando la nariz en la sábana húmeda, tratando de alejar el dolor como mismo llevaba intentado hacía más de una semana. Sus ojos verdes me acechaban en la oscuridad de mi habitación, su presencia se sentía tan tangible…

- Mierda. – Gruñí contra la almohada, golpeando el colchón con fuerza y dejando escapar las lágrimas que habían sido mi sello característico estos días. - ¿Por qué, Lauren?

El silencio fue la frívola respuesta que me otorgó ella. No estaba acostumbrada a esta interacción muda. No me gustaba lanzar interrogantes al viento y que sólo se escucharan las pisadas de mis vecinos del piso superior. Extrañaba su voz. Extrañaba su risa. Extrañaba su compañía. Consciente de que no podría conciliar el sueño, me resbalé hacia la cocina en busca de un vaso de agua para apartar el nudo que se aferraba a mis cuerdas vocales con ahínco. Encendí la luz de la sala que me mostró una alfombra destrozada por los rasguños de Gracie. Tomé a la bulldog francesa entre mis brazos para calmarla. Ella también extrañaba a Lauren.

- Lo sé, Grace, sé que le echas de menos. – Dejé un beso en su achatado hocico, conteniendo los deseos de estallar en llanto por cuarta ocasión consecutiva en menos de dos horas.

Pasé frente a su habitación que permanecía cerrada, justo como ella la dejó tres días atrás. Lauren no me había dejado entrar a su cuarto desde que había iniciado su relación con Tyron. Ese hombre nunca me había agradado. Dinah y Normani asignaban mi aversión hacia él como celos de amiga. Pero no lo eran. Simplemente me preocupaba que ella había tomado el camino equivocado y la muestra de ello era que mi mejor amiga se debatía ahora mismo entre la vida y la muerte en la cama de un hospital porque a Ty le había parecido buena idea conducir ebrio.

Contuve la respiración cuando la oscuridad me vistió de pies a cabeza. Unos escasos haces de luz se colaban por entre las pesadas cortinas negras. Busqué a tientas el interruptor. Mis pupilas escocieron al entrar en contacto con la lámpara en el techo. El refugio de Lauren no había cambiado mucho, excepto porque había agregado la foto de su cumpleaños a la pared frente a su cama. Mi rostro se reflejó en el espejo con forma de media Luna que se hallaba rodeado por múltiples instantáneas. Ignoré mi demacrada figura para centrarme en la más reciente. En la imagen estábamos una frente a la otra en medio de la pista de baile, riendo gracias a una tontería surgida por el alcohol. Un mes. Sólo un mes me separaba de estar saltando eufórica, cantando a pleno pulmón con Dinah, de admirar las coreografías improvisadas de Normani y lo más importante: disfrutar de las carcajadas sinceras de Lauren. Es cierto que nos habíamos distanciado un poco, sin embargo, cada vez que yo estaba acostada en el sofá de nuestro apartamento, atiborrándome de comida chatarra y llorando con alguna película romántica, ella se hacía un hueco en el espacio reducido que brindaba el mueble, me abrazaba por detrás y acariciaba mi cabello hasta que terminaban los créditos.

- No llores, Camz. Algún día encontrarás a un chico incluso mejor que Noah Calhoun.

- ¿Y si no es así, Lern? Voy a ser como esas solteronas que viven con diez gatos y cuando mueren, los gatos se alimentan de sus cuerpos.

- Eso no va a suceder, Camz.

- ¿Cómo puedes estar tan segura?

- Porque no te gustan los gatos y jamás te dejaré sola.

Ese había sido nuestro último lunes de películas. Mi campo de vista se nubló otra vez. Cerré la puerta como pude hasta que mi peso pareció demasiado para unas rodillas que flaquearon en su intento de sostenerme. Caí derrotada. Necesitaba hablar con ella, echarle en cara que había sido una tonta por irse en el auto con su novio borracho y no tomar un taxi. Pero más necesitaba verla bien nuevamente. Alcé la mirada hacia el reloj de la cocina que marcaba las 4:28 a.m. Consciente de que no podría conciliar el sueño en lo que restaba de madrugada y que ese día tampoco iría a la universidad, decidí darme una rápida ducha. Salir de ese apartamento me serviría para no ahogarme constantemente en mis lágrimas.

𝓓𝓸𝓷'𝓽 𝓨𝓸𝓾 𝓡𝓮𝓶𝓮𝓶𝓫𝓮𝓻Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz