Bath

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Un ligero peso me impedía moverme de mi posición invariable en la cama. No quería abrir los ojos, el temor constante a que todo fuese un sueño permanecía en mí, incluso después de haber despertado. Su respiración se mezclaba con la sensible piel de mi cuello, su brazo izquierdo descansaba sobre mi vientre y, cada cierto tiempo, se acurrucaba más contra mi cuerpo. Se sentía demasiado bien para ser real, por ende, prefería apretar los párpados y disfrutar de los lujos que me otorgaba mi subconsciente. Sin embargo, cuando los primeros rayos de Sol se colaron rebeldes por entre las finas cortinas color crema, supe que había estado una gran parte de la madrugada simplemente tendida ahí con Lauren abrazándome. No fui consciente de cuándo se coló en el reducido espacio que brindaba la camilla, no obstante, aprecié inmensurablemente su presencia. El calor que emanaba de sí era adictivo. Lo incómodo de la situación era que ella no tenía una idea de cuánto me afectaba tenerla tan de cerca. En mi mes ausente probé su gélido tacto y aún así era capaz de recordar cómo hacía que todos mis poros se derritieran en sus fugaces roces, como si fuese una vela consumiéndose por el recorrido estrepitoso del reloj. Lauren tenía el poder de hacerme sentir un millón de emociones con un inocente toque. Intenté girarme unos centímetros para escapar del torrente hormonal al que me estaba entregando, pero ella afianzó nuestra unión, lo suficiente para obligarme a seguir buscando una postura menos dolorosa. Terminé con el rostro de la ojiverde a centímetros del mío. Mi primer impulso fue mirar hacia sus labios que esbozaban una suave sonrisa.

- Buenos días, Camz. - Tragué con fuerza mientras la morena colocaba un mechón de cabello tras mi oreja.

- Buenos días, Lern. - Respondí envuelta en una ligera crisis de nervios. Seguía sin manejar muy bien la cercanía desde que acepté que estaba colada por ella.

- Perdón si te desperté, es que ese sofá estaba acabando con mi espalda. - Se quejó con ese mohín infantil que me nublaba la cordura. - ¿Cómo dormiste?

- B-bien. - La voz me abandonó en el segundo que se escondió en el hueco de mi cuello. - ¿Y tú?

- He dormido de maravilla. - Su aliento me hacía cosquillas, aunque de seguro eran sus dedos trazando espirales en mi antebrazo. - Sólo espero que ese doctorcito de quinta no venga a molestar hoy.

- Yo también lo espero. - Confesé envuelta en periódicos temblores.

- Ayer parecía todo lo contrario. - Su tono cambió drásticamente. - Se veían como amigos íntimos, Camila.

- ¿Te molestó? - Mi turno de llevar la batuta en aquel peligroso juego había llegado.

- Es que no entiendo cuál es la necesidad de traspasar la línea profesional que los separa. Ni siquiera te gusta. - Con cada palabra que pronunciaba, sus labios rozaban mi hombro.

- ¿Cómo puedes estar tan segura? - Su mandíbula se tensó de inmediato y estuvo a punto de apartarse, sin embargo, con algo de torpeza debido a mi yeso, la obligué a permanecer prácticamente encima de mí.

- Voy a lastimarte. - Barboteó cuando notó que casi todo su peso descansaba sobre mí. Renegué en silencio. - No es el tipo de persona que te gusta.

- ¿Tú qué sabes? - La estaba provocando en un desesperado intento de obtener algo a cambio. Me bastaba con una breve escena de celos.

- Soy tu mejor amiga, puedo asegurarlo. - Sus brazos se colocaron a ambos lados de mi cabeza y su melena rizada nos cubrió. - No te gusta Matthew, acéptalo.

- ¿Por qué debería hacerlo? - Sonreí inocentemente mientras mordía mi labio inferior.

- Tú sola te lo has buscado.

No me otorgó ni un segundo para analizar el significado de aquella oración cuando ya tenía su nariz chocando con la mía y sus manos reconociendo la textura de la epidermis expuesta de mis piernas. Contuve un jadeo una vez que apretó la carne con fuerza, me atrevería a decir que hasta con rabia. Sus esmeraldas se cruzaron con mis iris marrones en una invitación pecaminosa que no dudaría en aceptar. Si tan sólo su boca se hubiese posado en la mía, pero no. Ella tenía otros planes. Sus dedos comenzaron a desabotonar la delgada bata de poliéster mientras se acercaba a mi oído. Capturó el lóbulo entre sus dientes para estremecerme aún más. Un soplo de aire tibio erizó los vellos de mi nuca y me supe perdida en sus antojos mucho antes de que diera el siguiente paso.

𝓓𝓸𝓷'𝓽 𝓨𝓸𝓾 𝓡𝓮𝓶𝓮𝓶𝓫𝓮𝓻Where stories live. Discover now