Boo

629 49 63
                                    


No había vuelto a hablar con Ally desde el incidente del jueves en el hospital. Aunque era mejor así. Sería muy hipócrita pedirle disculpas por decir mi verdad. 

Salí de la ducha con el cabello envuelto en una toalla y mi cuerpo cubierto por mi pijama rosa. El vapor de agua se expandía por todo el cuarto de baño empañando el espejo que tardé unos segundos en limpiar. Pasé la palma de mi mano por el cristal reflectante hasta que un par de ojos verdes chocó con los míos en el espejo. Estuve a punto de desmayarme, sin embargo, me sostuve al lavabo y cerré los párpados de golpe. Cuando volví a abrirlos aquellos fanales seguían ahí arrancando la poca tranquilidad que había adquirido después de una ducha caliente. No era capaz de moverme. ¿A caso me había vuelto loca? Teniendo en cuenta lo poco que había dormido en esas semanas y el creciente estrés, tenía mucho sentido.  Aquel ente producto de mi imaginación caótica se acercó a mi espalda y solamente podía pensar en lo bien que mi subconsciente había copiado sus gestos. Curvó sus labios en una débil sonrisa.

- Hola, Camz.

Mi cráneo retumbaba en un arrítmico pero incesante dolor. Me llevé una mano a la frente, sintiendo el frío de las baldosas traspasando la tela de mi ropa. Después de que mi propia mente me jugara una broma de tan mal gusto terminé desparramada en el piso como la manzana que se convirtió en la culpable de una de las mayores tazas de depresión en estudiantes. Esa fruta del demonio inspiró a Newton a escribir ecuaciones y leyes que me robaban noches de sueño antes de un parcial.

- Despertaste, mi princesa rosa.

Mi chillido fue capaz no sólo de lastimar mi garganta sino que también incluyó a mis tímpanos. Era imposible que ella estuviera aquí frente a mí. Sin un rasguño. Sin un indicio de estar luchando por seguir respirando. Me alejé de ella porque tenía miedo a que fuese un sueño y que cuando me lanzara a sus brazos despertara otra vez con una capa de sudor sobre mi piel y las sábanas enredadas entre mis piernas. Mi espalda chocó con una pared mientras ella se acercaba despacio. Tragué saliva ruidosamente, en espera de que mi cerebro decidiera extraerme de esa masoquista escena. Una corriente de aire frío dio de lleno en mi cara cuando la ojiverde se sentó a mi lado. Giré el rostro en dirección contraria.

- ¿No estás contenta de verme, Camz? – Su voz se escuchaba tan nítida que empecé a dudar si aquello era realmente un sueño. Permití negociar un poco de estabilidad emocional a cambio de un minuto más con la presencia más tangible que me había regalado la fase R.E.M de mi mejor amiga.

- L-Lauren. – Tartamudeé, indecisa de si debía hablarle siquiera a aquella perfecta presentación de la morena. – Qué sueño tan loco.

- No es un sueño. – Murmuró.

- ¿Cómo que no? – Me giré bruscamente hacia ella, quedando demasiado cerca. – Explícame entonces cómo estás aquí.

- Técnicamente no lo estoy. – Su aliento chocó contra mi rostro y noté que era más bien gélido.

- Entonces ya perdí la poca cordura que me quedaba.

Una pequeña risita escapó de su boca, volviendo a golpearme con la brisa que asemejaba más bien la temperatura de las nevadas en Central Park cuando caminábamos una al lado de la otra con un té caliente y escabulléndonos de las responsabilidades en el manto blanco que cubría al parque más visitado de Estados Unidos pero que en aquellos días de nieve constante permanecía lo suficientemente vacío para darnos la libertad de tontear como el par de niñas que aún éramos. En un repentino impulso, estiré mi mano hacia su cabello, no obstante, ella se separó casi de inmediato. Fruncí el ceño más confundida que antaño.

- ¿Por qué no te cambias y hablamos mejor en la sala?

Iba a replicar pero me tomé un momento para pensar detenidamente en su propuesta. ¿Qué ganaba con esa conversación? Quizás un puñado de neuronas coherentes, aunque ya era demasiado tarde para intentar recuperarlas. ¿Qué perdía? Nada, absolutamente nada. El simple hecho de que ella siguiera en el hospital me dejaba sin opciones de pérdida.

𝓓𝓸𝓷'𝓽 𝓨𝓸𝓾 𝓡𝓮𝓶𝓮𝓶𝓫𝓮𝓻Where stories live. Discover now