Game

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Ally se fue del apartamento luego de haberme hecho prometer que no me cerraría en mí misma y, por muy difícil que fuera, intentaría retomar mis antiguos cánones. Ahora que veía al espíritu de Lauren no podría precisar si sería menos complejo o si traería una cierta serie de cambios en mi día a día. Giré sobre mis talones para atrapar a Lauren husmeando en la cesta de galletas. Dio un respingo cuando se supo atrapada.

- In fraganti. – Intenté bromear, a pesar de la tensión que nos rodeaba desde la velada pasada.

- Es que huelen de maravilla. – Se excusó, menos cortante de lo que esperaba.

- Ally es una gran repostera. – Continué con la conversación porque parecía ser nuestro primer intercambio verbal que no exudaba ironía y enfado.

- Sí. – Contestó, dándole una mordida a una galleta. – Está buenísima.

- ¿La galleta?  – Yo y mi obsesión por preguntar lo obvio se entrometían nuevamente en mis intentos de entablar una conversación normal.

- Tú también.

- ¿Qué? – Pregunté con una expresión de incredulidad.

- Que si tú también quieres una. – Extendió un puñado de las golosinas caseras hacia mí. Tragué saliva. ¿Tan mal estaba que no escuchaba la mitad de lo que decía?

- La verdad es que muero de hambre.

Se encogió de hombros antes de devorar otro dulce. Fuimos comiendo de a poco hasta que quedó una última en la cesta. Nos miramos con cierta incertidumbre pero ella alargó su mano para dármela. Negué de inmediato. Lauren se acercó aún más, posicionando la galleta entre mis labios.

- Las galletas eran para ti. – Iba a rechazarla, aunque su tesón por llevarme la contraria era mayor. – De todos modos, no me da hambre. Las comí por un capricho.

- Sí, estas galletas dan antojos.

- No sabes cuánto. – Se apartó un mechón rebelde de la cara.

- Créeme, sí sé. – Sus orbes se posaron en los míos. Las dos habíamos captado el doble sentido en nuestras palabras. Maldije internamente al percibir la incomodidad en sus facciones.

- Tienes algo aquí. – Señaló una parte inespecífica de mi boca.

- ¿Ya? – Pregunté luego de frotar el lugar con mis dedos.

- No, aquí. – Se inclinó un poco y limpió la comisura de mis labios con su pulgar.

Apreté los párpados con fuerza para alejar aquella abrumadora sensación que provocaba su tacto en mi piel. Cuando pensé que estaba a punto de alejarse, no hizo más que deslizar el dedo hasta el centro de mi labio inferior. Enfoqué su rostro con el vientre dando girones traicioneros. ¿Por qué se me hacía imposible eliminar el deseo que me provocaba ella con un mínimo roce? Sus fanales chisporrotearon en esa marea de sentimientos que se hacían tan confusos y a la vez tan nítidos. Chupé lentamente su dedo, arrancándole un gemido ahogado. Esas no eran mis intenciones iniciales pero el cosquilleo que había instalado en mi sistema nervioso era demasiado intenso como para ignorarlo.

- No hagas eso, Camila. – Resopló con una marcada expresión de excitación.

Mordisqué con suavidad la punta para acariciarla después con mi lengua. Mis ojos no se separaron de los suyos, que habían vuelto a cambiar su tonalidad. La morena parecía estar en una guerra interna entre mantener las distancias o dejarse llevar por esta ola de pasión que habíamos creado entre las dos. Y como si de un tsunami se tratara, sustituyó su dedo por su boca para ahogarme en el placer de unos experimentados labios que marcaron el ritmo de una desenfrenada sesión de besos. En un breve instante de sensatez quise apartarla, pero su cuerpo terminó aprisionándome en el sofá y entonces mis neuronas dejaron de funcionar correctamente. Las manos de Lauren parecían estar en todas partes a la misma vez, tocando todo a su paso como si fuese un niño pequeño que acababa de encontrar su nuevo juguete favorito.

𝓓𝓸𝓷'𝓽 𝓨𝓸𝓾 𝓡𝓮𝓶𝓮𝓶𝓫𝓮𝓻Where stories live. Discover now